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"Hay que usar desechos reciclados para fabricar"

Mar López se ha propuesto elaborar productos de diseño con el acetato que contienen las colillas que se tiran al suelo en Barcelona

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«Hay que usar desechos reciclados para fabricar»_MEDIA_1 / MIREIA REYNAL

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Juan Fernández
Juan Fernández

Periodista

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Pasar por aquí sin hacernos cargo del entorno que habitamos es una opción. Otra, muy diferente, es la que ha escogido Mar López (Barcelona, 1984, en la foto a la derecha con dos de sus compañeras). Estudió Comercio Internacional y desde hace seis años se dedica a diseñar y desarrollar luminarias, pero arrastraba una cuenta pendiente: hacer algo que tuviera un impacto positivo en el medioambiente. La respuesta la encontró en el suelo: Barcelona desecha cada día entre cinco y seis millones de colillas. ¿Es posible darles un nuevo uso y evitar que acaben contaminando el mar? Parece que sí.

- ¿Desde cuándo le preocupan las colillas?  Desde hace poco. Siempre me ha preocupado el mar, entre otros motivos porque soy una apasionada de la natación en aguas abiertas, y me interesa el diseño, porque trabajo en ese sector. Curiosamente, las colillas están conectadas con esas dos inquietudes.

-¿Cómo? Haciendo un máster en Teamlabs descubrí que las colillas son el desecho que más contamina los océanos. Un simple cigarrillo puede envenenar hasta 10 litros de agua. Allí también me enteré de que las gafas de sol, que me encantan, están hechas de acetato de celulosa, el material con el que se fabrican los filtros. Entre seis compañeras del máster hemos creado Deriva 360, un proyecto que busca darle nueva vida a las colillas.

- ¿Y convertirlas en gafas de sol? Ahora lo de menos son las gafas, lo que tenemos claro es que queremos fabricar productos tangibles reutilizando el acetato de las colillas y que tengan un buen diseño. Busco acabar con el prejuicio que asocia los artículos de reciclaje a la mala calidad. La economía circular no es una moda, sino una forma de fabricar que ha llegado para quedarse. También me apetecía formar parte de este nuevo movimiento.

- Ayúdeme a explicarlo. Hemos explotado el planeta como si no tuviera límites, pero los tiene. Se trata de cambiar la forma de fabricar y usar más desechos reciclados y menos materias primas naturales. Si la tecnología hoy lo permite, ¿por qué no hacerlo? ¡Fabriquemos así! ¿Es más difícil y hay que romperse un poco la cabeza? Sí, pero pensemos en los beneficios. ¿Imagina lo que supondría reutilizar las colillas y convertirlas en artículos útiles y bellos?

- ¿Manejan cifras? Según a quien pregunte, le dirá que cada día se desechan en Barcelona entre cinco y seis millones, y la mayoría acaba en el suelo. Es una barbaridad. La gente ya no arroja latas de refresco en plena calle, pero seguimos viendo bien que se tiren los cigarros, sin el menor remordimiento. No hay cultura del residuo ni del daño que  provoca.

- ¿Cómo llevarán a cabo su proyecto? Hasta ahora hemos hecho seis campañas de recogida por el centro de Barcelona y la playa en las que hemos recolectado más de 100.000 colillas y queremos llegar al millón antes de fin de año. Pero no somos barrenderos, sino emprendedores sociales. Hemos firmado acuerdos con organizadores de conciertos y queremos hablar con el Ayuntamiento para buscar una fórmula que nos permita reutilizar este residuo. Hay contenedores de vidrio y papel, quizá se podría hacer algo con las colillas. 

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- ¿Qué les decía la gente al verles recogerlas del suelo? Nos sorprendió la respuesta. Cuando decíamos que era para reciclarlas, todos decían: ¡claro, qué buena idea, ya era hora!

- Igual es un nuevo nicho de mercado. Estamos en conversaciones con la industria para decidir en qué transformamos las colillas. De todos modos, mi preocupación nunca fue el negocio, sino hacer algo que causara un impacto positivo en el entorno donde vivo.