«Crecí en una zona donde la gente tenía muchas carencias»

A Max Carrasco, peruano, y antropólogo, lo marcó de por vida haber nacido en una zona castigada por la pobreza y el conflicto

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«Crecí en una zona donde la gente tenía muchas carencias»_MEDIA_1 / ÁLVARO MONGE

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Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

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Max Carrasco nació hace 48 años en Perú, en el seno de una familia que pudo permitirse el lujo de pagarle un colegio privado, una familia que esperaba que se convirtiera a la postre en un gran abogado. Pero Max tenía otros planes. Estudió Antropología social y al terminar la carrera se dedicó a trabajar en proyectos de desarrollo en Ayacucho, entonces zona de influencia de Sendero Luminoso. Toda su familia acabó por marcharse a Lima huyendo del conflicto, pero Max se quedó.

-¿Y esa vocación? ¿De dónde le vino?

-Creo que de haber crecido en una zona donde la gente tenía muchas carencias. No fue mi caso, no lo viví, pero lo vi. Además, mi madre era maestra y yo la acompañaba cuando hacía alfabetización, y veía esa realidad.

-Me imagino que corría algún riesgo. Por el conflicto interno, me refiero.

-Eso decía mi familia. Me presionaban para que me fuera a Lima con ellos. Pero a mí me gustaba lo que hacía. En esa región trabajaban muchas oenegés, en parte por lo que le digo, las carencias, y en parte porque era una zona muy castigada por el conflicto. ¡A mí lo que pasa es que me miraban raro!

-¿Raro? ¿Por qué?

-Antropología era la carrera que estudiaban los que luego eran guerrilleros. Además, trabajaba con una oenegé, y en esa zona… La mayor parte de los que trabajaban en cooperación en Ayacucho no eran de Ayacucho, eran o de otras zonas o eran extranjeros. Mi pobre padre pensó que me habían captado.

-¿Nunca lo convencieron de irse a Lima?

-Al final fui, pero a continuar mi formación. Había trabajando con oenegés e incluso un año con el Gobierno, también en temas de desarrollo, pero para mejorar las cosas, o ayudar, que era lo que a mí me interesaba, sentí que tenía que estar mejor preparado. Entonces me puse a estudiar Política social.

-¿Y En Barcelona? ¿Cómo acabó aquí?

-¡Por lo mismo! Vine a estudiar. Fue muy interesante porque hice las prácticas con el ayuntamiento, en Serveis Socials, cuando por ahí justamente se estaban canalizando los programas de ayuda a los inmigrantes. Resultó una experiencia muy edificante.

-¿Venía para quedarse?

-Qué va. Lo que ocurrió fue que mientras estudiaba entré en contacto con la comunidad peruana, con el consulado, con la Cámara de Comercio Peruana… Para resumirle, ahora trabajo en un programa de créditos para inmigrantes emprendedores.

-Programa de crédito… No es que tenga mucho que ver con lo que hacía antes.

-Yo no lo veo así. En un momento dado me hice la pregunta: ¿qué hago haciendo esto? Pero la reflexión que hice fue la siguiente: en esta ciudad hay mucha inmigración, y sobre todo, inmigración desatendida. Yo lo que hago es dar oportunidades a un colectivo desatendido. Desde un punto de vista académico tiene un nombre: inserción socioeconómica del tejido extranjero. Es otra forma de ayudar a los que lo necesitan.

-Entiendo. ¿Funciona el programa?

-Imagínese, en tiempos de crisis, un programa de estos es muy necesario. ¡Y no es solo para peruanos! Vienen bolivianos, colombianos, viene gente de todas partes.

-Llegué a usted porque el otro día estuvo en el escenario con la OBC.

-¡Sí! El día del concierto en la playa. Me gané un sorteo, no me lo podía creer.

-«Todo suena más explosivo desde dentro», leí que decía el director. ¿Suscribe?

-Totalmente. Todo es más limpio, más rotundo cuando estás ahí arriba.

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-¿Es un amante de la música?

-¿Y quién no? En Perú, mi padre tenía una colección de vinilos de música clásica. Chopin, Tchaikovsky, Beethoven… Los sábados él me ponía a regar las plantas de la casa, y recuerdo que de fondo ponía esa música. A mí se me quedó grabado.