«Un matriarcado no es lo opuesto a un patriarcado»

Anna Boyé es antropóloga y lleva una década buscando y documentando la vida de las sociedades matriarcales

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«Un matriarcado no es lo opuesto a un patriarcado»_MEDIA_1 / JOAN CORTADELLAS

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Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

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-¿Por ejemplo?

-Pues por ejemplo, yo le preguntaba a Quinta, en Guinea Bissau: «Dime qué es lo que te gusta de este hombre», y ella decía: «Su sensibilidad y su sexo». ¿Lo ve? ¡Es todo al revés!

-¿Y a él? ¿Se lo preguntó a él?

-Sí. Y me dijo: «De Quinta me gusta su inteligencia y su capacidad de organización».

Antropóloga y fotoperiodista, Anna Boyé se ha dedicado durante una década a buscar y documentar la vida de las sociedades matriarcales en el mundo; el proyecto 'Matriarcados'. La búsqueda la ha llevado a lugares apartados de países como Guinea Bissau, China y México, y más recientemente a Indonesia. Allí, en la isla de Sumatra, conoció a los minangkabau, de los que grabó un documental, 'Las herederas', que estrenará el próximo día 25 en la Casa Golferichs. Además, organiza un viaje para conocerlos, en julio.

-Empecemos por lo básico. ¿Qué entendemos exactamente por matriarcado?

-Mire, para empezar, un matriarcado no es lo opuesto a un patriarcado. Los matriarcados tienen muchas características comunes, pero la principal sería que son sociedades donde la mujer tiene una autoridad no coercitiva y reconocida por consenso.

-El poder, de las mujeres.

-Hum... Le explico. Las minangkabau, por ejemplo. Usted les pregunta: «¿Sois poderosas?», y ellas: «¿Poderosas?», con una gran cara de interrogante. Luego te dicen que el poder para ellas es llegar a acuerdos con los hombres en todas las cuestiones de la vida para vivir mejor. Sus esquemas mentales son diferentes, no son los occidentales.

-¿Y los hombres? ¿Cuál es su papel?

-En estas sociedades, el hombre y la mujer son complementarios. Los hombres no están apartados, aunque en algunos casos son como niños. Son felices, eso sí, y viven con naturalidad la organización social.

-¿Qué más tienen en común?

-Bueno, son sociedades donde importa más el ser que el tener. Tienen en común el respeto por la tierra, y el hecho de que el cuerpo de la mujer, vinculado al amor y la fecundidad, es muy importante. Son sociedades amorosas que velan por el bien del grupo, donde ella tiene una dignidad y profundidad que aquí raras veces se ven.

-¿Cómo ven Occidente? ¿Cómo ven el modelo patriarcal?

-Conocen, pero están muy contentos de ser como son. En China les decía: «En mi sociedad, el hombre maltrata a la mujer», y quedaban impactados. Como son sociedades en las que al hombre no le gusta decidir, y muy pacíficas, se sorprenden mucho.

-¿Cree que hay que aprender de ellas?

-No tengo ninguna duda. Es más, creo que son grandes focos de enseñanza que pueden conducirnos a un cambio social importante. A veces pensamos que en nuestra cultura occidental, intelectual, capitalista y tecnológica podemos con todo, pero estas sociedades matriarcales tienen mucho más desarrollado el sentido de la vida.

-Casi nada.

-Me producen admiración y respeto. Vuelvo de esos viajes con los esquemas al revés.

-Supongo que la divulgación que hace de su trabajo, de sus viajes…

-Sí. 'Matriarcados' es en parte un proyecto pedagógico. Yo me siento con la misión, aunque no sé si es la palabra adecuada: la necesidad de divulgar esos valores. Si tienes que aportar algo, yo quiero aportar eso.

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-El viaje forma parte de eso, claro.

-Sí. Se trata de que la gente comparta y entienda, porque una cosa es la teoría y otra verlo en directo. No se ha hecho nunca un viaje así. No es turístico, obviamente. Hay 12 plazas y la idea es viajar como un clan. Como una familia. Para compartir.