CARLOS BLANCO DE LA CORTE. OPERARIO EN PARO

"La gente va con miedo a trabajar"

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INMA SANTOS HERRERA / Barcelona

"Esto es la ley de la selva". Carlos Blanco de la Corte tiene 45 años, y está en paro desde noviembre, cuando se acabó su contrato de 14 meses en una empresa de automoción de Martorell. Ese fue su último empleo, y lo consiguió a través de una empresa de trabajo temporal (ETT), Adecco. "Desde que entras, te dicen que cabe la posibilidad de quedarse en la empresa tras el contrato a través de la ETT, pero también te advierten de que solo sobreviven los más fuertes", resume Carlos.

Él tiene familia a su cargo --su mujer también está en paro y su hija tiene 15 años--, el trabajo es un bien escaso y las condiciones económicas no son las más propicias... Así, entre el temor de perder el empleo y la posibilidad de lograr un contrato, Carlos confiesa que sí, que él, como muchos, ha ido a trabajar enfermo. Y no una sino dos veces en 14 meses. Ya lo saben: solo sobrevive el más fuerte.

Reincidente

La primera vez fue una lumbalgia que le duró un mes. Un mes fajado, con pomadas y pastillas, en el que no faltó ni un solo día a su trabajo en una cadena de montaje entre cuyas tareas se incluía mover peso ("unos 15 kilos en desplazamientos de cinco o diez pasos"). El primer día explicó su problema y consiguió que lo cambiaran. Al segundo, sin embargo, volvía a estar levantando peso. Unos seis meses después, un catarro lo dejó grogui durante una semana. "Aún fue peor que trabajar enfajado y con lumbalgia", recuerda Carlos, que aguantó el chaparrón con jarabes y pastillas. "Una tarde, a 39 de fiebre, me dejé dos piezas por poner en dos coches consecutivos de la cadena de montaje", explica. Ironías de la vida, su empeño por no perder el trabajo con ausencias por enfermedad casi lo dejó sin él.

En noviembre cumplió su contrato. No hubo renovación. ¿Qué queda de esos 14 meses? "El dinero que ingresé y que sirvió para mantener a mi familia y un dolor de espalda, secuela de aquella lumbalgia, como una herida de guerra", dice.

En manos de la ETT

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Carlos llegó de Madrid con su mujer y su hija en el 2010 y se instaló en Els Monjos (Alt Penedès). Su hermana ya vivía en Catalunya y él, tras quedarse en paro, decidió probar suerte. Desde entonces solo ha logrado contratos a través de ETT. "Estás en sus manos. Que te llamen otra vez depende de cómo te portes, y con seis millones de parados, si saben que eres un problema, tienen dónde escoger", afirma.

Carlos dice que nunca ha estado un mes de baja, pero que es un derecho, y que cuando uno está mal, el primero que corre peligro en el trabajo es uno mismo. "Actualmente el despido pende sobre la cabeza de todos. Es una presión muy fuerte y la gente va con miedo a trabajar", afirma para justificar el descenso de bajas laborales. Y sin embargo, reconoce que no tendría que ser así. "Estas renuncias son las que marcan la diferencia entre tener una vida digna y una vida terrible".