GENTE CORRIENTE

«La mentira es un gran lubricante social»

En los casi inapreciables gestos, Francisco Campos lee aquello que las palabras no dicen. Y así amplía la empatía con sus interlocutores

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Como moléculas en el aire, verdades y mentiras son inhaladas y exhaladas por la humanidad, consciente o inconscientemente. Es la supervivencia muchas veces la que elige los atajos que esquivan la purísima verdad, pues ceñirse a ella siempre, demandaría demasiada energía. Argumentos así se aprenden conversando con Francisco Campos (Felanitx, Mallorca, 1972). Es licenciado en Psicología y educador en un centro de acogida temporal de menores del IMAS (Institut Mallorquí d’Afers Socials). Ha dedicado muchas horas al estudio de la detección de la mentira, a través del lenguaje no verbal.

–¿Qué hay detrás de una mentira? Una verdad. Detrás de todo comportamiento humano hay siempre un porqué, una explicación. No surge del azar, sino de la historia de la persona, sus factores biológicos y de aprendizaje, y una percepción de sí misma. Si todo eso lo tuviéramos a la vista, entenderíamos el comportamiento en cada situación, porque lo leeríamos desde la emoción que lo motivó, no desde la intención.

–¿Cuándo empezó a leer los gestos? Primero lo hacía sin ser consciente. Al empezar como educador en el centro de menores, hace 15 años, enseguida noté una capacidad brutal de conexión con los chavales.

–Porque, ¿captaba mucho más de ellos? Haces de espejo de sus emociones. En función de un pequeño gesto, una microexpresión o micropicor, apenas perceptible, tienes información de que algo pasa. La expresión emocional genuina no se controla, se escapa. Si la captas, ves verdad en ella. Y a partir de ahí preguntas adecuadamente.

–¿Cuál es la misión principal en un centro de acogida temporal como el suyo? Llegan jóvenes de 13 a 18 años que, por una causa u otra –abusos, comportamiento agresivo...– tienen que dejar el hogar familiar. Nuestra misión es calmarlos, lograr que se sientan acogidos y, con otros profesionales, diagnosticamos cada situación para valorar su retorno a su casa o su derivación a un centro residencial. 

 

–¿Qué momentos le emocionan más? Me gusta cuando llegas a conectar con ellos y descargan su malestar de manera ordenada. Quedan contentos y más tranquilos. Cuando se abrazan entre ellos o contigo, eso ya no tiene precio. Trabajamos con el dolor, el tema es sacarlo como se debe. Si haces diana con la pregunta clave, es muy liberador y los despiertas. Pero hay que saber qué mina revientas, porque hay situaciones que debemos derivar a otros servicios. Pero el sentimiento de soledad, la rabia que sienten, por discusiones con los padres o compañeros, eso aflora.

–¿Cómo se adentró más en la comunicación no verbal, a partir de su intuición? Además de cursos sobre ello, hice un máster en comportamiento no verbal y detección de la mentira. Y ahora doy clases en el Col·legi d’Educadores i Educadors Socials, y a miembros de la Policía Nacional sobre lo que dicen las microexpresiones faciales, muy útil por ejemplo en el análisis de contenido en una declaración. En el blog que abrí con dos compañeros de máster,  Analistas de la mentira, divulgamos ejemplos reales de esa observación minuciosa.

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–Es algo que nos puede servir a todos. En las relaciones humanas, saber decodificar esas expresiones estimula la empatía, ayuda a entender más al otro. Y esa es una de las funciones básicas que deberíamos dominar quienes trabajamos directamente con personas. Juegas con ventaja en la selección de personal, vendiendo...  

–¿Y la mentira para qué sirve? Es un gran lubricante social, vaselina de las relaciones sociales. Te dicen: ¿cómo estás?, y dices: bien, cuando quizá no estás bien. Como grupo, sin ella no sobreviviríamos, es supernecesaria. Hay que saber leer la verdad que esconde, saber preguntar.