el mercado laboral

Empresario a la fuerza

Carles Vilardell. Fisioterapeuta. Harto de tener que ser autónomo para trabajar para una empresa, montó su propio negocio

Carles Vilardell trata a una paciente en su centro, en Polinyà.

Carles Vilardell trata a una paciente en su centro, en Polinyà. / JOSEP GARCIA

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«Para vivir en precario trabajando como autónomo para otros, lo hago para mí». Carles Vilardell, vecino de Polinyà de 29 años, subió la persiana de su Centre Fisioteràpia Polinyà el pasado 1 de febrero. Es uno de esos miles de jóvenes que en los dos últimos años se han lanzado a abrir su propio negocio como fórmula para sobrevivir. «No he llegado hasta aquí solo por voluntad propia, sino empujado por las circunstancias», sostiene.

Cuando se acabó su contrato en un hospital público, en abril del 2012, el mercado laboral le ofrecía a Carles trabajo en diferentes centros de fisioterapia, pero en la mayoría el requisito era hacerse autónomo. «Los números no salían», afirma Carles, que ha catado lo que significa cobrar 5 euros la hora o 2,5 euros brutos por paciente.  «Menos de 1.100 euros al mes por 10 horas de trabajo diarias para varios centros, sin contrato, ni pagas, ni vacaciones, pagando autónomos y descontando además IVA e IRPF…», resume.

Montar un negocio no es fácil, pero esta situación precaria le animó a capitalizar el paro y establecerse por su cuenta. Al ser menor de 30 años, podía solicitar una subvención que le cubría las cuotas de autónomo. No podía dejarlo pasar. Sin embargo, la ayuda prometida no llegó. «Me sentí estafado. Tenía que pagar 261 euros al mes de autónomos con los que no contaba, con mi chiringuito a medias y sin vuelta atrás», dice Carles. Para conseguir algún ingreso mientras acondicionaba el local y a la espera de obtener la autorización especial que necesitan estos centros en concreto -un trámite que lleva seis meses-,  no tuvo más remedio que trabajar como autónomo para otros.

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Una lucha continua

Pero en mayo del 2013 dijo basta y se volcó definitivamente en darle el empujón final a su centro. Necesitaba clientes.«Cuando empecé solo tenía convenio con una mutua; ahora ya son cinco», dice. Carles trabaja en su centro de 8.00 a 20.00 horas y aprovecha el tiempo libre para darse a conocer, puerta a puerta, vía Twitter y Facebook, para conseguir convenios... Al fin y al cabo, ser autónomo equivale, según Carles,  a ser una persona inquieta, moverse y escuchar consejos de otros empresarios. No cubre gastos, pero al menos, dice, tiene la conciencia tranquila porque lucha por su negocio. «Cada día me miro al espejo y digo: 'Es un día nuevo y triunfarás'».