TURISMO

Billete de ida al diálogo

Hablar, escuchar, pactar, recetan los profesionales para que el turismo, el motor económico que resistió a la crisis siga rugiendo. Y quizá al país tampoco le vendría mal, apuntan

INMA SANTOS HERRERA

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Para resolver las incertidumbres que acechan al por otra parte boyante sector turístico va a hacer falta diálogo, mucho diálogo, escuchar a todo el mundo y en especial a los vecinos, y que todas las partes sean capaces de ceder; y quizá en la relación entre Catalunya España convendría eso mismo. Así, como quien no quiere la cosa, hablando de política, de turismo y de los efectos de la política en el turismo, estos tres profesionales esbozan su ruta guiada para que el sector y el país salgan en lo posible bien librados del 27-S y de lo que venga después, sea lo que sea.

Las cifras cantan. El turismo es uno de los principales sostenes de la economía catalana y quizá el sector que mejor ha soportado la crisis. Pero ¿cómo afectaría la independencia al número y la procedencia de los turistas? ¿Qué impacto tendría una hipotética salida de Catalunya de la UE? ¿Qué ventajas y desventajas tendría el Estado propio para la gallina de los huevos de oro? "En cuanto a visitantes, creo que la situación no va a cambiar nada, al margen del resultado del 27-S", afirma Mar Jariod, de 32 años y guía de autobuses turísticos desde el 2008. "En todo caso, la gente puede sentir curiosidad por la situación y es una ocasión ideal para explicarles qué sucede aquí", añade Rosa Vila, quien lleva años apostando por una oferta turística alternativa: hasta hace dos años desde su propia agencia de viajes y ahora a través de una web especializada en Cuba como destino.

EL MODELO

Toni Bellido, guía 'free lance' ("con título", que ahora el intrusismo se estila bastante, destaca) discrepa porque, dice, "desde fuera nos ven igual que al resto de España, y no les importa nada nuestra situación". En todo caso, "los anglosajones se lo miran con curiosidad; los sudamericanos, franceses y alemanes, en general lo ven mal", detalla. Y por lo que respecta al turismo español, no cree que la independencia "sea motivo para renunciar a un destino como este, con lo que ofrece".

Ninguno de los tres duda, pues, de que tras el 27-S el turismo seguirá siendo uno de los motores de la economía catalana; y por eso, más allá de las cifras macroeconómicas, sus incertidumbres giran en torno a los aspectos más cotidianos, más palpables: las consecuencias de la masificación turística, la calidad, las condiciones laborales en el sector, la convivencia con los ciudadanos... En definitiva, el modelo turístico.

Catalunya, coinciden, está turísticamente sobreexplotada. Y por eso reclaman una mayor y mejor regulación de los pisos turísticos y de las licencias hoteleras, y una oferta de calidad ("aun en contra de mis intereses, falta equilibrio: menos 'low cost'", apunta Toni) y ordenada ("aquí cabe el turismo para todo tipo de bolsillo, edad y planes, pero no concentrado en el mismo punto", dice Rosa). Y también echan en falta que se informe mejor al turista de sus deberes para prevenir el incivismo.

REPARTO DE BENEFICIOS

La regulación laboral del sector es la gran reivindicación de los profesionales, que denuncian "la temporalidad, jornadas maratonianas y condiciones de esclavos a cambio de sueldos míseros", recita Mar. Los beneficios que genera el turismo no llegan a los trabajadores. Ni a los ciudadanos, que solo perciben las molestias, coinciden.

Así pues, turismo, sí, pero no a cualquier precio, y potenciando otras alternativas económicas. "Hemos creado una especie de burbuja turística y deberíamos tener cuidado de que no explote, porque ya hemos vivido eso mismo en la construcción", advierte Mar.   La independencia ¿resolvería alguno de estos problemas propios del sector? ¿Y los del país? De lo particular a lo general: "Al turismo le falta un plan estratégico con cara y ojos, y a la independencia, que se expliquen bien los objetivos, el qué y el cómo". En todo caso, Mar duda de que tenga sentido en tiempos de globalización: «Tanto luchar por la independencia y luego es la UE la que acaba decidiendo».

LOS NACIONALISMOS Y LOS PEDOS

En cambio, para Toni, la independencia sería el "mal menor» para Catalunya ante el "'no' a todo" del Gobierno central, al que reprocha que cargue contra el nacionalismo catalán con la espada de su propio nacionalismo, el español. "Nacionalismos hay muchos, lo que pasa es que son como los pedos; solo nos molestan los de los demás", sentencia. Rosa no es independentista, dice, pero no ve alternativa. El cuerpo le pide emocionalmente independencia; racionalmente, cree que un mayor autogobierno sería suficiente. "A Catalunya le conviene más ser nación dentro de España que Estado en el mundo, porque se ahorraría un proceso traumático, las malas relaciones con los vecinos, el duro proceso de reconocimiento de Europa, que no es gratis", coincide Toni.

Lo suyo no es fe ciega, también hay crítica al 'procés' ("estamos estancados, vamos improvisando"); por eso, cree que el cambio real, más que del 27-S, puede venir de las elecciones generales previstas para diciembre. "Si en Madrid cambia el Gobierno y cae el PP, igual hay posibilidad de negociar o incluso de un referéndum pactado", apunta. En ese punto es donde Rosa pone sus ilusiones, y apoyará al  como "medida de fuerza" cara a una posible negociación. Su apuesta es por convertir los votos del 27-S en billetes para un viaje al diálogo.