El futuro del servicio urbano de bicicletas

Dos ruedas sostenibles

Los usuarios reivindican el Bicing y piden su integración total en la red de transporte público

La apuesta por la bici eléctrica del ayuntamiento genera poco entusiasmo entre los abonados

Las opiniones de los lectores. / J. CARBO / C. MONTAÑES

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INMA SANTOS HERRERA

No es un capricho ni una moda pasajera. En una Barcelona polucionada y que no sabe qué hacer con los coches, el Bicing es reivindicado por sus usuarios como opción de transporte público en pos de una ciudad sostenible. «Es rápido y económico, te permite moverte al aire libre y es un beneficio para la ciudad, porque no contamina; es el transporte del futuro», resume María Ángeles Morales, de 22 años y abonada desde hace tres. Es la opinión compartida por la mayoría de los ciudadanos que han respondido a la invitación de EL PERIÓDICO a expresar su parecer sobre este servicio. Los usuarios apuestan por él y reclaman al ayuntamiento que haga lo propio con decisión, mucho más allá del plan que ha presentado esta semana, Su medida estrella, las bicis eléctricas, les deja más bien fríos; lo que quieren es un Bicing integrado en la red de transporte público y convertido en un elemento clave de la movilidad en la ciudad.

Eso no quita que haya quejas. No hay usuario que no tenga alguna sugerencia para mejorar un servicio que, siete años después de su puesta en marcha, suma más de 99.000 abonados, 6.000 bicis y 420 estaciones por toda la ciudad. «En pleno siglo XXI, cuando todo está controlado informáticamente ¿de verdad no hay forma de comprobar dónde faltan bicis y dónde espacio para dejarlas?» (Silvia González Poncelas. Barcelona); «habría que mejorar la seguridad del bloqueo de las bicis» (Ángel Ballester. Barcelona); «podrían motivar a los usuarios a devolver las bicis a la zona alta con alguna bonificación» (Guillem Santos. Cerdanyola); «Produce frustración saber que podrás hacer un viaje de ida pero no de vuelta o a la inversa porque no hay bicis» (Frank Alonso. Barcelona).

A DIARIO / Marta Compte (61 años, secretaria) vive en Gràcia y usa el Bicing a diario desde que empezó a funcionar. Está de acuerdo con que tiene carencias -«hay bicis estropeadas, hay que repartirlas mejor y los carriles bici tendrían que estar mejor señalizados, pintados y bien diferenciados del carril de los coches»-, pero no solo no se rinde, sino que  apuesta por la expansión: «Debería tener más protagonismo y extenderse a zonas a las que aún no llega».

«Para mí no es un divertimento, es un transporte público más; es desde hace siete años mi alternativa al metro o al bus», sostiene Josep Parés, de 38 años, que hace al menos dos trayectos diarios (ida y vuelta al trabajo) desde el Teatre Nacional de Catalunya al centro.

A la hora de defender el servicio, el ayuntamiento le echa menos pasión. La tesis de CiU después de slcanzar la alcaldía en el 2011 sigue siendo la misma que cuando estaba en la oposición: el Bicing sale demasiado caro. Exactamente 16 millones de euros al año: cuatro los pagan los usuarios, 1,3 llegarán a través del patrocinio de Vodafone y los más de 10 millones restantes salen de las arcas municipales. «Se quejan del déficit que genera el Bicing, pero ¿qué transporte público no lo tiene?», replica Josep. «No se puede apostar de boquilla por la sostenibilidad y luego dar la espalda al Bicing», sentencia María Ángeles.

Ahí radica, según los usuarios, el problema del Bicing. «Su papel en la movilidad de la ciudad es pequeño porque el ayuntamiento no le da la misma consideración y trato que al resto de medios de transporte público», lamenta Jesús Vicente, de 32 años y usuario desde hace cuatro. Por eso piden, por encima de las mejoras del servicio, la integración en la red de transporte público y su equiparación al resto. «Tendría que haber alguna tarjeta que incluyera la opción Bicing en combinación con el resto de transportes. Hay gente que lo usaría esporádicamente y a la que el pago anual no le sale a cuenta», dice María Ángeles. «¿Por qué tiene un horario más reducido que el metro o el bus?  ¿Por qué no se hace accesible a los turistas?», añade Jesús.

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OTRA CONCEPCIÓN DE LA CIUDAD / Así las cosas, la posible introducción de la bici eléctrica es bien recibida por algunos usuarios -«puede ser una solución para las zonas más altas de la ciudad y para que se apunte gente más mayor, como yo», dice Marta. «Todo lo que sea agilizar la movilidad, bienvenido sea», añade María Ángeles. Sin embargo, otros creen que es empezar la casa por el tejado, que antes es necesario un plan global para un transporte sostenible, y eso implica un cambio en la concepción de la ciudad: «No puede ser que el 85% del espacio público sea para el coche y el otro 15% para el resto», concluye  Jesús.

Pero para apuntalar el papel de la bici en la ciudad no hay que olvidar la otra gran asignatura pendiente: «Hay que aceptar unas normas de convivencia y respeto entre peatones, ciclistas y conductores -admite Josep-. Debemos concienciarnos todos. Y yo el primero».