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«Colombia no verá la paz sin superar la impunidad»

Iván Forero es un referente en derechos humanos, especialmente los que atañen a quienes dejan forzosamente su país para salvar la vida.

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«Colombia no verá la paz sin superar la impunidad»_MEDIA_1 / AGUSTÍN CATALÁN

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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A su madre le faltaban aún dos meses para cumplir su cómputo gestacional, pero Iván Forero ya pidió paso para llegar al mundo. Lo hizo el 10 de diciembre de 1960, y hoy, viendo el recorrido de este activista de la paz, se diría que llegó marcado por esa fecha en la que el mundo celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos. Sus últimos 18 cumpleaños, los ha dedicado a recordar, en charlas, que la paz es un derecho universal no respetado aún en muchos lugares, como tantos exilios forzados muestran. El suyo le llevó a dejar Colombia su país en 1998.

-¿Qué sucedió para que decidiera salir? A medida que asumes responsabilidades en tu compromiso con la lucha por los derechos de las personas, en mi caso muy vinculado a las comunidades cristianas de base, empujando procesos de alfabetización, organización y movilización en barrios populares, la respuesta del gobierno siempre es represiva. Se criminaliza cualquier forma de lucha, por la salud, por la enseñanza, por el agua, las tierras o los servicios públicos.

-También trabajaba con Justicia y Paz, en Bogotá, donde sufrieron un allanamiento. Sí, querían impedir que el proyecto Colombia Nunca Más Crímenes contra la Humanidad prosiguiera. Teníamos ya 38.000 crímenes identificados y empezábamos a construir el movimiento de víctimas.

-¿Recibió amenazas directas? Muy cercanas. Y me acogí al programa de Amnistía Internacional de protección a los defensores de los derechos humanos de alto riesgo. Podía sentirse más seguro un guerrillero en la montaña que un defensor de los derechos humanos en la ciudad.

-Los recientes encuentros en La Habana han hecho vislumbrar la paz en su país. ¿Cómo lo ha vivido usted? Sí, gobierno y guerrilla se sentaron a hablar, y fue muy bueno que esta vez hubo representantes de víctimas. Porque, precisamente, Colombia no puede ver la paz sin, antes, superar la terrible impunidad que planea sobre el país. Las cifras oficiales hablan de 7 millones de personas desplazadas por la guerra, una guerra silenciada. Pero podríamos hablar de hasta el doble, 14 millones de desplazados, en realidad, y más de 210.000 desaparecidos. Y 14 millones de hectáreas de las que han sido despojados los campesinos, y hay casi 10.000 presos políticos. En pleno proceso de paz han sido asesinadas 230 personas, muchas de ellas miembros de proyectos políticos.

-¿Qué supone superar la impunidad? Que se sepa la verdad de cada crimen, que se juzgue a los responsables y haya reparación integral a las víctimas y se ofrezcan garantías de no repetición. Eso implica tener en cuenta los efectos psicosociales, culturales y la reconstrucción de los proyectos que fueron destruidos. Además, la paz requiere el compromiso de la comunidad internacional y la participación efectiva de mujeres, indígenas, afrodescendientes, campesinos, empresarios y estudiantes.

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-¿Qué es necesario para que eso llegue? Hay que lograr un nuevo pacto social para que el país erradique la violencia política y ponga la riqueza al servicio del pueblo. Y dar a conocer la verdad para no acabar resumiendo que derechas e izquierdas se disputan el negocio del narcotráfico. El narcotráfico se ha convertido en política de Estado. La droga es un negocio unido a las armas y al tráfico de personas y forma parte de la propia dinámica de la guerra.

-En Madrid -donde reside- su labor por los derechos de las personas continúa. Sí, con la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), trabajo en el programa de Intervención Comunitaria Intercultural, cuyo objetivo es construir políticas públicas para gestionar las diversidades de género, culturales, socioreligiosas, de orientación sexual, de todo tipo, y promover la convivencia y la cohesión social.

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