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"La clave es transformar el dolor en un impulso"

Joana Delgado y Montserrat Barrufet pertenecen al grupo teatral Descabelladas, un proyecto dirigido a desdramatizar la enfermedad

Joana Delgado y Montserrat Barrufet, integrantes del grupo de teatro Descabelladas.

Joana Delgado y Montserrat Barrufet, integrantes del grupo de teatro Descabelladas. / RICARD CUGAT

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Olga Merino
Olga Merino

Periodista y escritora

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El grupo Descabelladas nació en 2011 de la mano de tres profesionales del teatro —Isabel Díaz, Teresa Urroz y Alicia Martel—, un proyecto dirigido a mujeres con cáncer, enfermedades crónicas o diversidad funcional. Esta es la historia de dos de sus protagonistas: Joana Delgado (Barcelona, 1963) y Montserrat Barrufet (Barcelona, 1961).

-Joana (con gafas en la foto)Yo soy una de las afectadas por la talidomida, un fármaco que se prescribía contra las náuseas en el embarazo. Nací con una malformación en la pierna y en el 2004 tuvieron que amputármela. Pasé un calvario tras la operación, pero con mucho esfuerzo volví a caminar.

-Montserrat: Hace 12 años que me diagnosticaron artritis reumatoide, una enfermedad que ataca las articulaciones. Llegué a perder la movilidad. Tengo dolor crónico, pero voy controlándolo gracias a los medicamentos, a veces muy fuertes.

-La dolencia irrumpe como un mazazo. M.: Yo era funcionaria en la Aduana de Barcelona y tuve que dejar de trabajar. No podía escribir en el ordenador; las manos se me habían quedado inútiles. Para las tareas de casa, con hijos pequeños entonces, debía parar a descansar a cada rato. J.: En cuanto a mí, como el caso de la talidomida ocurrió en época franquista, se ocultó el problema y te quedabas al margen de la sociedad. Trabajé como profesora de educación especial, pero sobrepasando mis límites. Tras la amputación, no pude seguir.

-Y luego está la carga psicológica. J.: Muy a menudo no se tiene en cuenta que en la enfermedad también entran en juego la mente y las emociones. M.: A mí me costó mucho el proceso de aceptación. Pero una vez superado, luché: no quería quedarme en una silla de ruedas. Sufres también por la familia, sobre todo por los críos, cuando te hacen preguntas del tipo «¿vas a morirte, mamá?».

-¿Cómo llegaron a Descabelladas? M.: Por recomendación de la psicóloga. Siempre había tenido ganas de hacer teatro, pero los miedos me frenaban. Llevamos demasiadas mochilas por culpa de la educación, del "tú no podrás hacer eso". J.: Yo iba entonces en silla de ruedas y mi hermana me avisó de que este grupo estaba abierto a la diversidad funcional.

-El nombre es atrevido. M.: Hace referencia a la pérdida de cabello que conllevan algunas enfermedades, como el cáncer, pero también a la idea descabellada, alocada, fuera de orden.

-Hacen básicamente teatro, ¿no? J.: Dentro de las artes escénicas, practicamos teatro, clown, música y canto, danza, trabajo corporal... El hecho de participar en una actividad artística, sea cual sea, te da una óptica diferente de la situación.

-En diciembre, estrenaron su espectáculo A cor obert. ¡Y en el Teatre Nacional! M.: Es una especie de antimusical para el que cada una de nosotras (somos diez) ha escrito un pequeño monólogo. El show pretende crear también conciencia social acerca de qué significa ser normal. J.: La idea clave es transformar el dolor en motor, en impulso para salir fortalecidas. Damos lo más íntimo de nosotras desde la verdad, y queremos seguir representándolo en centros cívicos y hospitales.

-¿Qué se siente encima del escenario? M.: Actuar en el TNC fue para mí una montaña rusa emocional. Dos días antes del estreno, había fallecido mi madre.

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-Lo siento. M.: Creo que estar en el teatro me ayudó mucho a sacarlo todo. Estaba como en una nube y hubo un momento en que me emocioné, pero, como sabía que estaban ellas, mis compañeras, me sentí arropada.

[El 23 de marzo, representarán A cor obert en el Centre Cívic Sagrada Família].