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Cáncer, vida y muerte

"Sin ella no puedo, sin ella no quiero", escribe en una carta a su hija una enferma de cáncer

El discurso vitalista predominante a veces agobia y presiona a algunos enfermos

Institut Catala d’Oncologia de L’Hospitalet de Llobregat.

Institut Catala d’Oncologia de L’Hospitalet de Llobregat. / JOAN PUIG

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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La carta de la semana en Entre Todos ha sido, sin duda, la firmada por Annabel Arcos, administrativa de Les Fonts de Sant Quirze del Vallès, en la que explicaba que acudió por primera vez "a la asociación de ayuda a los enfermos de cáncer". Y añadía: "Y me compré mis dos primeros pañuelos. Y me probaré también pelucas (...) Hoy me he roto. Pero mi compi de equipo quiere ir al cine. Y tengo el alma rota. Pero mi compi de vida quiere unos nachos con queso. Y solo tengo ganas de llorar. Pero mi compi quiere pedalear la vida al sol. Y yo solo quiero gritar. Pero mi compi me coge de la mano para que viva. Así que mi alma rota y yo nos vamos con mi compi, con la luz que mi ilumina. Porque sin ella no puedo. Sin ella no quiero. Va por ti, Aina. 'La mama, que t’estima fins a l’infinit i més'".

Es habitual recibir cartas en Entre Todos vinculadas con la lucha contra el cáncer. Son testimonios desgarradores, que de inmediato se hacen virales, quién no ha vivido algo parecido en su entorno y se siente identificado, por ejemplo, cuando Annabel escribe: "Hoy me he roto por dentro. Y no me importa decirlo, porque las fuertes también lloramos, también nos quejamos y también necesitamos ayuda. Hoy me he roto por dentro, pero mañana me pondré superglue en el corazón y me levanto de nuevo". 

Son testimonios que hablan de fortaleza entereza, pero también de lo difícil que es luchar, eso que llamamos aferrarse a la vida, cuando la quimioterapia hace estragos, la esperanza escasea y se entra en esa fase en la que es el enfermo quien consuela a parientes y amigos ("Me siento un poco como Míster Potato, que me iré descomponiendo pieza a pieza, ahora el pelo, ahora las cejas, ahora las pestañas…", que  escribe Annabel).

VICTORIA Y DERROTA

Por Navidades, Aina Barracó publicó la carta Querido cáncer: nuestra tenacidad es más fuerte que tú ("Querido cáncer, no te relajes, no te pares a descansar, no bajes el ritmo, no aflojes, no te detengas a coger aire. Querido, no te demores ni un segundo, porque a la mínima que te despistes ya te tendremos. Un indicio de duda, un mínimo titubeo, un instante de distracción, una pequeña falta y todo se habrá acabado para ti. Tu final llegarás e, inocente de ti, aún lo ignoras"). "La palabra cáncer incomoda, trastorna, y cae como una losa sobre las espaldas de miles de familias, y somos los médicos los que tenemos que dar la primera noticia. Pero puedo asegurar que ese momento es un principio, no un final. El principio de una lucha para la que cada vez contamos con más armas", escribía hace algo más de un año el médico Rafael Fábregas. Y ya que hablamos de médicos, abundan las cartas de profundo agradecimiento de enfermos hacia los equipos médicos que literalmente les salvaron la vida.

Pero al cáncer no siempre se le gana. Y si bien es cierto que en la conversación pública abunda el discurso vitalista, también lo es que a menudo recibimos testimonios de quienes no encuentran las fuerzas para seguir con la lucha, gente a la cual este discurso que vincula la recuperación con la actitud positiva en lugar de ayudarles, les presiona, les agobia, les abruma.

Y, claro, también recibimos cartas de despedida a aquellos a los que el cáncer no venció, sino devoró: "Mi amiga Marta falleció el pasado 21 de julio tras una larga y dura lucha contra el cáncer. Una lucha en dos fases; de la primera salió victoriosa , la segunda se la llevó por delante y por sorpresa, cuando su vida remontaba emocional y sentimentalmente hablando. Este septiembre, ella ya no estará de vuelta. Ya no tendrá que correr a buscar a sus dos "bichitos" al colegio ni llevarlas a las extraescolares. (...) Marta no estará de vuelta a los múltiples tratamientos y terapias que tenía entre manos, con la esperanza de alargar en lo posible su estancia entre nosotros y disfrutar al máximo de la vida, ni para demostrar al mundo lo fuerte que era", escribía Silvia Angulo en memoria de su amiga fallecida.

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Le llamamos combate, pero en realidad es vida. De eso va, en realidad, la carta de Annabel Aina que tanto ha impactado a tantos esta semana.

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