DEBATE SOBRE LOS SÍMBOLOS DE LA ciudad

Barcelona busca icono

La Sagrada Família es el monumento bandera de la ciudad, pero no despierta un aplauso unánime

Los turistas valoran sobre todo la arquitectura, pero también la oferta cultural y el entretenimiento

Atardecer en Barcelona, con la Sagrada Família y la torre Agbar.

Atardecer en Barcelona, con la Sagrada Família y la torre Agbar. / FERRAN NADEU

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

Ni el más reputado buscador de internet sabe a qué atenerse. Escriban Barcelona icono y echen una ojeada a las imágenes que se despliegan. Aparece el Barça, pero por mucho que la dictadura azulgrana sea un hecho incontestable, resultaría muy feo ningunear el corazón de los pericos. Podría ser la baldosa del Eixample, pero un símbolo pisoteable no inspira el respeto que requiere un estandarte urbano. Colón, el dragón del parque Güell, las chimeneas de la Pedrera, la torre Agbar o la de Collserola, Cobi... Por peso mediático, la lógica llevaría a señalar la Sagrada Família, una basílica que, sin embargo, muchos quisieran destruida. Viene a la cabeza que quizás el único elemento amado por casi todos fue Copito de Nieve, pero otorgar el papel de icono a un animal cuyo cerebro y testículos se guardan en frascos de cristal resulta demasiado extravagante, además de tratarse de un personaje ahora de dibujos animados que es un completo desconocido para una generación a la que tampoco le suena de nada el Fòrum de les Cultures. Barcelona, la capital del modernismo, del buen comer, del buen fútbol, del clima estupendo, de las despedidas de soltero, carece de un activo que genere el aplauso universal. Aunque quizás en esa diversidad resida su secreto.

Los turistas dan a la ciudad una puntuación media de 8,41, siendo lo más valorado la arquitectura, la oferta cultural, el buen carácter de los nativos, las infraestructuras y el entretenimiento, según la encuesta que realiza anualmente Barcelona Turisme. La nota que se otorga a los edificios es la única que logra el sobresaliente con un 9.09. Si la percepción del forastero es un indicativo de cuál puede ser el icono de Barcelona, de nuevo hay que recurrir al templo de Gaudí, que el año pasado fue lo más visitado con 3,2 millones de entradas vendidas, a años luz de la Casa Milà, con 861.583 huéspedes. A la razón, sin embargo, hay que sumarle el sentimiento, y otra vez hay que referirse a todos aquellos barceloneses que tienen listo un bol de palomitas para el día en el que una pequeña grieta ponga en peligro la integridad de la inacabada basílica.

LAS OBRAS COMPLETAS / Si se amplía el ancho de mira, evitando así la controversia que genera el templo, el icono bien podría ser el legado completo de Antoni Gaudí, donde al margen de la manida Sagrada Família habría que incluir la Pedrera, el parque Güell o la Casa Batlló. Reflexión al margen merece el hecho de que la mayoría de hitos señalados como posible imagen de la ciudad sean de titularidad privada.

Fíjense en la cartelería que se diseña usando Barcelona como telón de fondo. Lo hacen los partidos políticos y algunas empresas. Se pinta un horizonte en el que una línea serpenteante con dos palos verticales vendría a representar el Tibidabo con su templo expiatorio y su torre de comunicaciones. Debajo se presenta una retahíla de edificios, donde nunca faltan, al margen de los ya mencionados, la torre de Telefónica del anillo olímpico, el Palau Sant Jordi, el arco de la Boqueria, el Camp Nou, el tejado de Santa Caterina o la catedral. Todo se muestra sobre un mismo suelo, y es en ese rompecabezas donde mejor se interpreta que esta es un ciudad que no ha sabido encontrar un único emblema.

Para algunos -piensen en las plazas de Tahrir de El Cairo o Taksim de Estambul-, el estandarte de Barcelona es la plaza de Catalunya, símbolo del movimiento de los indignados del 15-M, pero habrá quien no comulgue con la idea de convertir el cabreo en bandera de una ciudad. Otros se fijarán en el distrito 22@, el embrión de la smart city, pero ahí también están los asentamientos de subsaharianos, viviendo como pueden en fábricas de la otrora Barcelona industrial, y nadie querrá ponerlos como símbolo a no ser que sea como metáfora de una urbe que sabe cuándo mirar hacia otra parte.

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EN BUSCA DE LA OVACIÓN / Londres, Big Ben. París, torre Eiffel. Nueva York, estatua de la Libertad y Empire State. Roma, cúpula de san Pedro. Berlín, puerta de Brandenburgo y lo poco que queda del muro. Moscú, plaza Roja. ¿Barcelona? EL PERIÓDICO abre hoy un debate sobre qué postal de la capital, de haberla, es capaz de generar una cerrada ovación tanto de foráneos como de oriundos. Si la hay, bienvenida sea. Y si no existe, buena será la reflexión sobre si es positivo o negativo que una ciudad que cada vez vive más del turismo carezca de un icono reconocible.

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