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«Me afectó la crisis, pero soy una migrante de lujo»

Anabel Campo es mujer de frontera. Nació entre Catalunya y Aragón, y reside entre Barcelona y México. Es un puente cultural.

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Una puerta abierta es una oportunidad. De salida o entrada, como una frontera territorial, invita a conocer, a enriquecerse, a aprender y volver, o a sentirse bien y quedarse. A quien cambia de escenario le rodean nuevos actores, nuevas historias y emociones. Así es como todo migrante forzado, cruzando la puerta al exilio en busca de refugio para su vida, reescribe su futuro, reprograma su vivir y, en el mejor de los casos, vuelve a echar raíces, intentando, por supervivencia emocional, que su corazón y su mente no queden anclados en el ayer. Anabel Campo Vidal (Camporrells, 1959) ha leído eso en el poso vital del exilio republicano en México.

–Y decidió explicarlo en un documental.

–Sí. En el 2014, cuando se cumplían 75 años de la llegada de los españoles republicanos a México, se organizaron exposiciones y muchos otros actos culturales, y pensé que era el momento de rescatar algunas de esas historias, en primera persona, de quienes vivieron aquel exilio, en uno y otro lado.

–Son ellos quienes cuentan la historia a la que ha llamado 'Amor, desamor y exilio'.

–Exacto, son historias muy emotivas. Es necesario conocer las penurias que se vivieron. La guerra parte corazones y divide a las familias y el documental muestra segundas familias que, sin la guerra, no habrían existido.

–La guerra civil se ha novelado tanto que verdad y ficción se mezclan en la mente. 

–En realidad, como a mí siempre me ha llamado la atención esa España partida en dos por la guerra, y gente huyendo y parte de ella quedando desconectada de su país y su gente para siempre, escribí un corto. 

–¿Con qué argumento?

–Una chica catalana que sabe que tiene un abuelo en México, pero del que nunca ha sabido nada directamente. 

–El documental 'Amor, desamor y exilio', que se proyectará en los Cinemes Girona de Barcelona el próximo martes –20.00 h– ha ido en busca de la pura realidad. ¿Dónde pone el acento su trabajo audiovisual?

–Son historias explicadas desde el dolor del corazón, sin entrar en política. Los hijos del exilio cuentan cómo fue el nuevo arraigo de sus padres o abuelos. Documentarlo me ha permitido, a mí y a las familias, reunir a hermanastros o parientes que habían vivido distanciados. El espíritu del documental es reconciliador y un agradecimiento al pueblo mexicano que acogió a 25.000 exiliados republicanos de España. El presidente Lázaro Cárdenas fletó barcos desde las costas francesas para llevar a su país a los republicanos que habían cruzado la frontera a Francia, y México los recibió con los brazos abiertos.

–Nadie fleta ningún barco hoy para auxiliar a sirios ni a africanos...

–No, no tienen esa suerte, es un drama brutal. La crisis migratoria de hoy es tremendamente dramática, y no hay muestras ni actitud de acogida a nivel de gobiernos.

–¿Usted se considera migrante?

–A mí me ha tocado ser migrante de lujo. Me afectó la crisis reciente en Barcelona, que es la ciudad de la que me siento, porque llegué a ella con seis meses, cuando nos trasladamos en familia desde el pueblo. Y a través de una amiga mexicana, encontré un trabajo en DF. Gracias a él, cumplo mi sueño, desde hace 8 años, en invierno vivo en México y en verano en Barcelona. 

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–A nivel personal, con amigos en ambos lados, y desde su profesión, como guionista y documentalista y periodista, con usted fluye información hacia ambos lados.

–Es una pena que no explotemos más los lazos culturales con México, donde parte de su mestizaje es nuestra historia también, y con Latinoamérica. Deberíamos tender más puentes, porque es una lástima que aquello que nos une no se refuerce, sería un enriquecimiento clarísimo. Hay tanto que aprender unos de otros...