Gente corriente

«Actuamos para adultos de 3 años y niños de 99»

Jordi Pedrós pasó de agricultor y ganadero a representar todas las vidas que pudiera imaginar. Viaja regando el mundo con teatro familiar

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«Actuamos para adultos de 3 años y niños de 99»_MEDIA_2 / RAMÓN GABRIEL

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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El verano y los juegos en la playa, en la piscina, en cámpings y esplais, abren entre niños y niñas interesantes paréntesis a largos ratos, o días enteros, de conexión a videoconsolas, teles y pantallas táctiles. Fiestas mayores y festivales les descubren otras pantallas, como los espectáculos en la calle que llevan 10 años celebrando compañías teatrales de Lleida como Campi qui puguiJordi Pedrós (Castellserà, 1978), -junto a Cristina García- es fundador, autor y actor en ella. Lo que hubiera dado él, de niño, porque en su pueblo hubiera aterrizado algún grupo así.

-¿Cómo eran sus dosis de teatro de niño? En un pueblo de 1.000 habitantes el teatro no se vivía. En la escuela no hacíamos, como mucho veíamos una obra al año cuando íbamos de excursión a Lleida. Visitábamos una fábrica de galletas y nos llevaban al teatro.

-¿Cómo llegó a subir a escena, pues? Una chica quiso montar un grupo de teatro amateur en Castellserà y preparó un cásting local. Yo me presenté porque después de hacer Administrativo (FP) en Tàrrega, hasta los 20 años trabajé en casa. Cultivábamos cereales y criábamos cerdos, y en invierno a las 5 de la tarde ya es de noche. Me presenté al cásting para tener otra actividad.

-¿Y cómo fue? Muy mal. La directora me dijo que lo había hecho muy mal. Y aquello fue para mí una espina clavada, por eso me apunté a clases de teatro en el Aula Municipal de Teatre de Lleida. Pero en el grupo del pueblo me cogieron, porque no se había presentado ningún otro chico y me necesitaban. Más tarde compaginé noches de trabajo en Mercabarna con estudios reglados de teatro en el Institut del Teatre, en el Col.legi de Teatre y en Atrium con Raimon Molins.

-¿Qué fue haciendo en usted el teatro? Era algo que me permitía vivir una vida paralela a la mía, y mucho más atractiva. Ser adolescente y hacerse mayor en un pueblo de 1.000 habitantes es muy complicado. Y el teatro me daba amplitud total.

-¿Qué fue de lo primero que hizo? Creé un monólogo que bauticé con el nombre que mis padres me hubieran puesto si hubiera sido una niña: 'La Fermina'. Con él hice más de 100 representaciones por toda Catalunya hablando de actualidad y diciendo lo que quería. Cada vez que me pagaban, me daba cuenta de que estaba trabajando. De eso hace 12 años.

-¿Sigue diciendo lo que quiere? Sí, es el gran regalo del teatro, poder decir muchas cosas sin resultar aleccionador. Puedes hacer una obra sobre la homosexualidad, o la muerte, sin hablar de ellas. Nuestros espectáculos tienen siempre diferentes capas de lectura. Actuamos para adultos de 3 años y para niños de 99. Y siempre dejamos una semilla de conciencia para que luego niños y adultos hablen.

-Hoy, Campi qui pugui está viajando a Holanda, antes de ir a Alemania y Canadá. Es una de las compañías teatrales catalanas que más contratos tiene en otros países. ¿Los niños son iguales en todo el mundo? No. Están educados en diferentes entornos y culturas, pero en nuestros espectáculos apenas hay palabras o nos inventamos el lenguaje. Se pueden pasar muchos mensajes sin palabras. Si dos personas quieren entenderse, no hace falta ningún idioma.

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-¿Por qué eligió el teatro de calle? Porque es el más democrático, accesible a todo el mundo. Recuerdo una función en la que un señor de 50 años vino llorando a decirnos, al finalizar la función, que era la primera vez que veía una obra de teatro.

-Lleida tiene muchas compañías de teatro, ¿cómo se llevan entre todas? Tenemos un grupo de wasap con 256 miembros. Cada primer jueves de mes comemos paella juntos los que podemos. Nuestro 'hastag' es 'Teatre Lleida Power'.

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