La clave

El presidente que prometía dar la cara

ENRIC HERNÀNDEZ

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Menuda papeleta la de la empresa que acepte auditar las cuentas del PP. Por mucho celo que ponga en el empeño, solo podrá analizar (y validar) la contabilidad oficial que le entregue el partido, exponiéndose a que las filtraciones de extesoreros o las pesquisas judiciales sobre la caja B del partido dejen en ridículo su auditoría, y su prestigio, maltrecho.

España atraviesa la peor crisis institucional de su ya no tan breve etapa democrática. Comparable, si se quiere, con la que sacudió al país en el agónico final de los gobiernos deFelipe González. Pero con una salvedad: la presunta trama de financiación irregular y de pagos opacos desvelada esta semana comprometería a todos los gobiernos del PP; al actual y a los de la anterior mayoría conservadora, de 1996 al 2004.

En esta tesitura,Mariano Rajoy tomó ayer una arriesgada decisión: negarlo todo y poner la mano en el fuego por absolutamente todos los dirigentes del PP que en el mundo han sido, así como por la limpieza de las cuentas del partido en las últimas dos décadas. Lo que ya es poner, tras haber roto con la tramaGürtel

-¿acaso resulta que era trigo limpio?- y deshacerse deLuis Bárcenas, quien como gerente y tesorero amasó una fortuna de 22 millones en Suiza. Con estos antecedentes, ¿cómo puede asegurarRajoyque las finanzas del PP estaban en regla?

Quizá no le quedase otra, pues resultaría incomprensible que quien lleva 24 años en la cúpula del partido admitiese irregularidades pretéritas alegando que las ignoraba por completo. Y es que Rajoy, con su huida hacia adelante, pretende conjurar dos amenazas: la fractura interna del PP y las maniobras, internas pero con no pocas complicidades fuera del partido, para removerlo de la Presidencia del Gobierno.

El medio es el mensaje

El presidente que hace un año prometía «dar la cara» y «no esconderse» anunció ayer una «transparencia» incompatible con su negativa a aceptar preguntas de la prensa.El medio es el mensaje: al dirigirse a los suyos en vez de rendir cuentas ante el país, revela que le preocupa más conservar la mayoría que lo sustenta que recobrar la confianza de la ciudadanía. Mala señal.