La clave

El poder ciudadano

ENRIC HERNÀNDEZ

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Suscribo de la A a la Z la definición que del «poder ciudadano» hace hoy, en nuestro nuevo suplementoMás Periódico,Elena Alfaro:«Es el respeto que debemos tener hacia nosotros mismos. No puedes pretender que te hagan las cosas bien y a tu gusto si no aportas ni exiges. Tienes que participar, aunque sea cierto que hay que buscar canales porque cada vez hay menos». Entrevistada por la periodistaAna Pastor, Alfaro, una arquitecta madrileña reconstruida como activista en favor del derecho a la educación, lanza un reto en primera persona: «Yo no me voy a rendir».

Votar una vez cada cuatro años (o cada dos, si eres catalán) ya no basta. Manifestarse contra los recortes sociales y las alzas indiscriminadas de impuestos, tampoco. Aún menos abonarse a la crítica generalizada a los políticos o a la estigmatización de la actividad política, por muchos argumentos que brinden los partidos que la monopolizan, cuyas conductas a menudo revelan escaso interés en prestigiarla. No, la política, entendida como la gestión de los asuntos públicos, no es patrimonio de quienes rigen las administraciones o copan los órganos de representación; pertenece también, y sobre todo, a los ciudadanos que participamos en ella con nuestro voto, nuestra opinión o nuestras iniciativas para regenerarla. Esa es la política más noble. Ese es el poder ciudadano.

Después del 15-M

En mayo del 2011 el malestar social por los efectos de la crisis y la gestión que de la misma estaban haciendo los poderes públicos cristalizó en el 15-M. Una desestructurada, masiva y transversal oleada de protestas sacudió los pilares del sistema político al grito de «¡No nos representan!» Luego, el fulgor de este movimiento se ha desvanecido ante la impasibilidad de unos políticos que se resisten a cambiar, ni siquiera para que todo siga igual. Se apagaron los ecos del 15-M, pero la indignación persiste, e irá a más.

Ejemplos como el deElena Alfaro nos muestran la senda a seguir: comprometerse, transformar el descontento en propuestas, aglutinar voluntades para cambiar lo que no funciona. Ejercer, en suma, nuestro poder ciudadano. Que, créanme, no tiene límites.