LA CLAVE

El primer 'año mariano'

ENRIC HERNÀNDEZ

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Antes, cuando ignorábamos que los presidentes nos gobernaban por encima de sus posibilidades, era tradición que celebrasen con grandes fastos los aniversarios de su advenimiento. Autocomplacientes balances de gestión, actos multitudinarios y estruendosas fanfarrias jalonaban aquellas ceremonias de exaltación del Salvador. Era la edad de nuestra inocencia. Llegado el primer año de su coronación,Mariano Rajoyha demostrado una loable prudencia al pasar de puntillas sobre el acontecimiento. Lo que constituye un implícito reconocimiento de que nada hay que celebrar, pues todos, el emperador y sus súbditos, hemos averiguado ya que este anda desnudo.

Estos doce meses de incumplimientos programáticos, de sistemática desarticulación del Estado del bienestar y de un incremento sin precedentes de la presión fiscal sobre todas las capas sociales salvo las grandes fortunas guardan no pocas semejanzas con el agónico final de mandato deZapatero.Poco importan los quebrantos que las decisiones del Gobierno puedan infligir a la población; el único objetivo es ejecutar las directrices de latroikaque en verdad rige nuestros destinos para evitar que esta oficialice la intervención quede factoya padece la economía española. ARajoy, como antes aZapatero, solo le obsesiona que el rescate de España no se consume, aunque sea a costa de consumir los ánimos y el futuro de los españoles.

Y puede queRajoy, fiel a la máxima de que quien resiste gana, vuelva a salirse con la suya. Ahora a Europa le inquieta más la resurrección del embalsamadoBerlusconique el devenir de una España que, mal que bien, va refinanciando su abultada deuda, aun a costa de sacrificios. Y aAngela Merkel, embutida ya en el traje de campaña electoral, lo último que le conviene es pedir a los alemanes que sufraguen un salvavidas financiero para los indolentes vecinos de Italia y España.

La reconversión bancaria

Mejor no impacientarse, porque el segundo año marianono diferirá demasiado del primero: los contribuyentes seguiremos pagando la reconversión del sector financiero sin que sus próceres paguen por sus pecados. Y así, hasta el 2015.