La clave

Catalunya y el fantasma del frentismo

ENRIC HERNÀNDEZ

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Contemplada sin apriorismos ideológicos, la proclama soberanista del Parlament ha dejado un sabor de boca cuanto menos agridulce. A nadie puede satisfacer plenamente que 85 diputados definan a Catalunya como «sujeto político y jurídico soberano» y otros 41 se opongan. Poco tiene que celebrar el PSC dePere Navarro, que, tras perder ocho diputados en las urnas, el miércoles se dejó otros cinco en la disputa interna por el derecho a decidir. Pero tampoco debiera la ERC deOriol Junqueras ser pródiga en el lanzamiento de cohetes: aun cuando la votación fuera un gran salto para el independentismo, también fue un paso atrás para la sociedad. Si en este punto aún hay soberanistas y federalistas dispuestos a leer el resto de este artículo, quizá no todo esté perdido.

Tan esquemático resulta atribuir elnodeNavarro exclusivamente a la subordinación al PSOE como presentar aArtur Mas como una marioneta manejada porJunqueras.De todos hay que presumir que, más allá de la ambición de poder (o del temor a perderlo), les mueve el interés general de los catalanes y la fidelidad a sus respectivos programas. Lo cierto es que, por vez primera, el catalanismo se ha fracturado, renunciando a la pluralidad ideológica y a la transversalidad sociológica que le permitieron recobrar las instituciones de Catalunya, ampliar el autogobierno, normalizar el catalán y preservar la convivencia social.

La incompleta mayoría en favor del derecho a decidir (faltó el PSC) y la heterogénea minoría que lo rechazó (en todo o en parte) conforman dos bloques llamados, si nadie la remedia, a chocar entre sí. Si ya se registran movimientos telúricos en el PSC y CiU, imagínense el seísmo que se avecina en Catalunya y en el conjunto del Estado.

El precedente vasco

Incluso en los años de plomo del frentismo en Euskadi, con nacionalistas y constitucionalistas a la greña, el socialistaJesús Eguigurenprocuró tender unos puentes con el mundo aberzale que a la postre facilitaron el fin de E TA. ¿Habrá alguien en Catalunya -por fortuna, a salvo del fenómeno de la violencia- dispuesto a ahuyentar el fantasma del frentismo?