Análisis

El arte de actuar como encerrona

MARÇAL SINTES

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Tanto Jordi Hereu como Xavier Trias parecen buenos tipos. Tampoco es fácil discernir cuál de los dos es más de izquierdas o de derechas. Les separa, eso sí, la edad -como recordó el candidato a la reelección, él cursaba BUP cuando el doctor Trias ya estaba metido en política- y la escudería, la opción política a la que cada uno representa y pertenece.

En el cara a cara de ayer hicieron lo que se esperaba de ellos, desplegando ambos las estrategias que sin duda constituirán la matriz de esta campaña electoral para el Ayuntamiento de Barcelona. Resumamos el guión. Hereu renuncia a la idea de cambio, Trias la ha convertido en su estandarte; Hereu pretende encarnar la ciudad, identificándose con Barcelona de forma reiterada y hasta insolente, Trias insiste en distinguir entre Barcelona y los que la gobiernan, a los que censura a veces de manera inmisericorde; Hereu busca la bipolaridad: o ellos -los malos, la regresión- o nosotros -los buenos, el progreso-, Trias ofrece mano tendida y sensibilidad social contra el supuesto despotismo y mal estilo socialistas; Hereu trata de asociar a Trias con el actual Gobierno de la Generalitat y con el PP, Trias acusa a Hereu de ser cómplice del tripartito y también de José Luis Rodríguez Zapatero.

La misma mañana del debate trascendía el sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas que daba a Trias como ganador, aunque, eso sí, sin hundimiento socialista. Al margen de los esfuerzos que pueda hacer Hereu en este tramo final, los 32 años que lleva el PSC mandando en Barcelona más el declive general de su partido impulsan, al menos eso parece, la victoria de la oposición nacionalista. En contra de un triunfo más rotundo de Trias juega que el tripartito de Montilla forme parte de la historia y que el descontento ya se materializara en la victoria de Artur Mas. En cuanto a los recortes presupuestarios de la Generalitat, es posible que, como creen algunos, estén influyendo, aunque tiendo a pensar que menos de lo que se dice. Si acaso, actuarían más en contra de Trias que favoreciendo realmente a Hereu.

Todo ello conforma el argumento de la obra. Si los 32 años -que serían 36 de seguir Hereu- y la situación del PSC perjudican al alcalde, también en el campo de la actuación, de la interpretación, este último sale perdiendo, aunque sea a los puntos. La apuesta de uno y otro es radicalmente distinta. Mientras Hereu ha optado por esforzarse en interpretar el papel del buen candidato, diciendo lo que se supone que debe decir, Trias ha tomado el otro camino y ha decidio ser él mismo, o sea, interpretar lo menos posible.

Sucede que es más fácil lo de Trias, que encima es un hombre que, en general, cae bien en su desenvoltura. Hereu, que también, como decía, parece un buen tipo, tropieza con las dificultades inherentes al arte de actuar -por decirlo como Arthur Miller-, arte que no está al alcance de todo el mundo. Eso provoca que el uso de frases hechas y de eslóganes trillados, junto con la agresividad impostada y la pulla de microondas, se conviertan en evidentes, acartonen su discurso y, lo peor de todo, empañen su autenticidad.