CARA A CARA IDEOLÓGICO DE LOS CANDIDATOS A LA PRESIDENCIA

Dos visiones de EEUU

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IDOYA NOAIN / Boston

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En las últimas y frenéticas horas de campaña antes de la cita de los estadounidenses mañana con las urnas, tanto el presidente, el demócrata Barack Obama, como su rival, el republicano Mitt Romney, combaten por arrogarse el título del candidato del «cambio». Juegan, también, la carta del miedo, de alertar sobre las consecuencias de elegir al contrario.

Hablan, en persona y sobre todo, a los habitantes de Ohio, el estado que casi con toda certeza decidirá el ganador. Hablan, también en persona y sobre todo, a los residentes de Florida, Virginia, Colorado, Iowa, Pensilvania, Nuevo Hampshire... Pero, más allá de esos y otros estados bisagra a los que el sistema del colegio electoral convierte en los únicos que cuentan -y donde Obama dispone de una mínima ventaja para asegurarse la reelección-, hablan a un país dividido y polarizado. Piden el voto a unos Estados Unidos cambiantes, a una nación que, con una intensidad solo comparable a la época del New deal y la revolución conservadora de Ronald Reagan, se replantea su modelo y debate cómo compaginar pasado y futuro en un presente incierto.

Si se coge como indicador el último censo, del 2010, y se combina con el apoyo por grupos demográficos a los candidatos, Obama se puede considerar la opción de futuro. Mientras que la población blanca ha pasado en una década de representar el 69,1% de la población a ser el 63,7%, creciendo solo un 1,2%, los hispanos han aumentado un 43% y ahora representan el 16,3% de la población (en el 2000 eran el 12,5%). El porcentaje de población negra, cuyo respaldo a Obama sigue siendo abrumador, ha subido un 12,3%.

Obama, según sondeos como uno del Centro Pew, es el candidato de futuro también por edad. Lleva 21% de ventaja a Romney cuando los sondeados son menores de 30 años y seis cuando su edad está entre los 30 y los 44 años. Igualado con el presidente entre los votantes de entre 45 y 65 años, el republicano solo dispara su ventaja, hasta los 19 puntos, entre la población mayor de 65 años.

EL DEBATE DE LA SANIDAD / Más allá de los números late otra realidad que explica la clave de esta elección: millones de baby boomers se acercan o alcanzan la edad de jubilación y la entrada en Medicare, el sistema de atención sanitaria pública para mayores creado en 1965, en el que se gasta el 15% del presupuesto federal y que seguirá creciendo un 6% al año hasta el 2019. Y en un país de desigualdad creciente, Medicaid, el sistema de asistencia sanitaria a gente de bajos recursos al que se destina el 8% del presupuesto, crecerá hasta ese 2019 a un 7% anual.

Datos como esos y realidades como la acechante amenaza del precipicio fiscal de recortes de gasto y subidas de impuestos por el que EEUU caerá el 1 de enero si no se logra un acuerdo sobre reducción del déficit contribuyen a intensificar la división entre los dos EEUU que encarnan Obama y Romney. Y mientras el presidente aboga por una nación donde el Gobierno federal siga jugando un papel fundamental, aplicando políticas de estímulo mientras no se supere la crisis -sobre todo de empleo-, Romney pone sobre la mesa una propuesta (entelequia según los números) en que una combinación de recortes del gasto y de bajada de impuestos reactivará supuestamente la economía.

La división la muestran ciudadanos como Diane y John y Margaret y Richard. Los primeros, de 66 años, son un matrimonio de Kentucky con una segunda residencia en Florida. «Nos hemos convertido en un país de beneficiencia, hay demasiados programas sociales, EEUU no era así», dice Diane, replicando el discurso republicano. «No quiero más estímulos ni volverme Europa; quiero volver a los básicos de nuestra Constitución y que sean los estados los que lleven el peso».

GUERRA DE VALORES / El otro matrimonio, también jubilados en Florida, cree en cambio en un sistema de protecciones sociales que apoyaron desde la Gran Depresión presidentes republicanos hasta que llegó Reagan y su tesis de que «el Gobierno es el problema». Creen en la intervención de Washington en asuntos como la regulación medioambiental. Apuestan por la inversión en educación y en infraestructuras y por mantener protecciones que ayuden a quienes no superan la prueba del éxito individual, pilar en la construcción de EEUU, según los más conservadores. Y su discurso no es solo económico, sino también social. «El Tribunal Supremo está en juego», recuerdan.

Esa es otra de las divisiones más acentuadas de EEUU: la de quienes defienden y quienes se oponen a avances como el derecho al aborto o la legalización del matrimonio homosexual.

Hay dos Estados Unidos. Los dos votan mañana.