decimoquinta jornada de campaña

Sant Jordi no duerme

CARLES COLS

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«¡Que nadie duerma, que nadie duerma!». El equipo de campaña del PSC, en el más que simbólico retorno del socialismo catalán al Palau Sant Jordi en unas elecciones autonómicas (en el 2006 se optó por un más modesto Palau Blaugrana), no quiso dejar detalles al azar. Antes de que José Montilla, escoltado por José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González, y con Jordi Hereu y Carme Chacón en la retaguardia, entrara en un pabellón lleno, el príncipe Calaf interpretaba su aria. «Nessun dorma!». Que nadie se duerma el 28-N. Buen resumen para el mal que aqueja al PSC en la campaña electoral que hoy finaliza. Las encuestas de última hora (la web de El Periòdic d'Andorra realizará la última actualización de la suya mañana a las 23.30 horas) avisan de que el deshielo puede haber terminado en la gran osera del socialismo catalán. Repunta la participación. Termina la hibernación. ¿Para el PSC o para sus adversarios? ¿Tarde? «Dilegua, o notte..! Tramontate, stelle! Tramontate, stelle..! All'alba vincerò! vincerò! vincerò!». Tal vez el Turandot elegido por la dirección de campaña para celebrar el gran mitin que el PSC siempre programa tres días antes de la cita con las urnas era excesivo. ¿Vencer? Al partido, en cualquier caso, los suyos no le podrán echar en cara desdén visto el notable esfuerzo de llenar el Palau Sant Jordi, más allá, no obstante, de la extraña decisión de reservar al candidato a la reelección el papel de mero telonero de Zapatero.

El próximo domingo, CiU ganará las elecciones catalanas. Si no es así, habrá que alegrarse de que los analistas de las empresas demoscópicas no construyen embalses. Lo dicho, puede que CiU gane holgadamente al PSC el 28-N en las urnas, pero ayer los socialistas realizaron una catárquica exhibición de fuerza. Con una de las mejores obras arquitectónicas de Arata Isozaki sin apenas sillas por ocupar, la cúpula sociata (así se bautizan ellos mismo en una web) quiso enviar un nítido mensaje a su gran rival. El esfuerzo de llenar un Sant Jordi no da la victoria, es obvio, pero el PSC quiso subrayar así que hoy por hoy solo dos fuerzas políticas pueden alternarse en el poder en Catalunya.

TRES PARTIDOS / Bueno, en realidad son tres. Convergència, el PSC y la abstención, de ahí que, uno tras otro, los participantes en el mitin se refirieran poco o mucho a ello. Lo hizo González con gesto circunspecto -«la mitad de mi vida no me dejaron votar, la mitad que me queda voy a hacerlo siempre»- y lo hizo más dicharachera la ministra Chacón, cuando, parece que encargada de pedir disculpas por el espot lúbrico de las juventudes del partido afirmó: «Votaré con gusto, pero lo del vídeo era demasiado». Tampoco eludió la aparente obligación Zapatero, pues afirmó que, si tuviera derecho a voto en las elecciones catalanas, iría a las urnas «convencido, tranquilo y alegre». «Y nada más», bromeó dirigiéndose a su ministra de Defensa.

Fue, con todo, un mitin extraño. Hereu pasó de puntillas. Chacón brilló. Fue, además, la única que no se olvidó del muy poco disputado voto del señor Millet en estas elecciones: «CiU llenará también este Palau, pero sus amigos vaciaron el otro».

González y Zapatero se tomaron el mitin como un entreno de las elecciones generales previstas para el 2012 y, quizá desorientado en el tiempo y en el espacio, el actual jefe del Ejecutivo central dijo que el modelo de financiación pactado con Montilla en esta legislatura ya no se mejorará jamás, afirmación que tal vez en Segovia arranque aplausos pero que en el Sant Jordi ayer no obtuvo como respuesta una ovación.

¿Y Montilla? Demostró una vez más que es un hombre que sabe a qué se enfrenta. No en referencia al próximo domingo, sino al principal hándicap con el que compite.

Días atrás admitió que en verbo él es solo Christian de Neuvillette y Artur Mas un Cyrano malandrín. Pero con el florete... ¡ah, con el florete! «Artur Mas habla bien, pero el trabajo lo hemos tenido que hacer nosotros», presumió antes de desgranar en cifras, una vez más, la herencia que deja el tripartito.

MARXISMO / Anoche, como él mismo reconoce, demostró que el PSC no plantea las elecciones del 28-N como «un concurso de oratoria». Lo dijo días atrás el propio Montilla, a raíz del cara a cara interruptus. Pero trata de mejorar adecuadamente. Ayer, por ejemplo, echó mano de las lecturas de sus años mozos y advirtió a los votantes de que «un tsunami conservador recorre toda Europa». ¿Un president parafraseando a Karl Marx? ¿Un fantasma recorre Europa? ¿Casualidad? Puede que no.

En la última de las entrevistas que Xavier Sardà ha realizado a los cabezas de lista electorales (páginas 10 y 11 de este suplemento), Montilla asegura que (disciplinadamente, se supone) de joven leyó El capital, de Marx, pero que puestos a elegir, hoy ya cincuentón, recomienda más la lectura de la Biblia. ¿El Antiguo Testamento? No lo aclara, pero, sin su permiso, supondremos que sí, más que nada porque se trata de una obra mucho más rica en imágenes para tomar prestadas que su secuela, el Nuevo Testamento, con más waka waka, vamos, más acorde con una campaña electoral en la que los llamados vídeos somarranos han merecido incluso la atención de The New York Times.

Ayer, en el Sant Jordi, era inevitable recordar el hit «Pasqual, aprobaré el Estatut que salga del Parlament de Catalunya» (José Luis Rodríguez Zapatero, 13 de noviembre del 2003), cuando el entonces candidato a la presidencia del Gobierno central, cual rey Salomón, «dióle a la reina de Saba todo lo que deseaba, pidiera lo que pidiera, aparte de lo que le pidió de su tesoro real» (Reyes, 10.13). Es un fragmento realmente perturbador.

EL SOL Y LA LUNA / Pero puestos a elegir episodios bíblicos, para la ocasión tal vez sea mejor aquella fascinante batalla en la que Josué le pide a Dios que detenga al sol en Gabaón y a la luna en el valle de Ajalón hasta que el pueblo de Israel pueda vengarse de sus enemigos. Difícilmente el PSC le dará un vuelco al resultado que predicen las encuestas, pero queda claro que el voto de izquierdas anda aún desperezándose, lento de movimientos, a lo mejor porque la campaña de los socialistas ha sido monocorde, de timón fijo, si apenas matices.

La situación contrasta, y mucho, con el frenesí con el que sus rivales se han tomado las últimas horas ya de la campaña electoral. Mas, por ejemplo, después de desmelenarse anteayer al afirmar que el resto de España es una «gran fiesta» que pagan los catalanes, ayer no tuvo escrúpulos a la hora de pedir a Montilla (¿cual Salomé, tal vez?) la cabeza de Joan Saura y Joan Boada vista la imputación del responsable de la extinción del incendio de Horta de Sant Joan en el que murieron cinco bomberos.

El contraste con la escasa presencia que el caso Millet ha tenido durante la campaña es obvio. Ayer, en el Palau Sant Jordi, solo Chacón se acordó de ello. Y en Vic, Joan Puigcercós también, aunque de un modo que dejó a más de uno estupefacto. El líder de Esquerra respondió a las críticas que le llovieron en su día por organizar en el Palau de la Música un mitin bajo el lema Gent honesta al Palau y no dedicar ni una frase al expolio perpetrado por Millet y Montull, y menos aún al supuesto desvío de dinero en favor de Convergència. Ayer, redujo el caso a «una anécdota». «Negra», pero anécdota.