undécima jornada de campaña

El ornitorrinco muerto

El tripartito se despidió anoche de los telespectadores, ERC cortejó a CiU y, ¡oh sorpresa!, Mas y Montilla flirtearon con la idea de celebrar un cara a cara antes del 28-N

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CARLES COLS

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Cuando en 1799 un barco procedente del lejano Oriente atracó en los muelles de Londres con un primer ejemplar de ornitorrinco en las bodegas, el escepticismo científico fue mayúsculo. Aquella mezcla de, tal vez, tres especies distintas se atribuyó a una broma de mal gusto de los habilidosos taxidermistas chinos. Con pico federalista, pelaje independentista y cola ecosocialista, el tripartito no ha sido un engaño. Ha existido. El de la Generalitat fue concebido por Pasqual Maragall y Josep Lluís Carod-Rovira en un restaurante de playa en 1998. En Barcelona capturaron mucho antes un ejemplar de tan rara especie política. Fue en julio de 1995. Desde entonces, nada mejor que un debate de televisión para, cual veterinarios desde casa, decidir si el vigor aún acompaña al espécimen. Ayer hubo uno. Como dijo José Montilla el pasado 24 de octubre en el Liceu, el ornitorrinco ha muerto.

José Montilla, Joan Puigcercós y Joan Herrera (se supone que en este caso los taxidermistas) no renunciaron ayer a su obra. Ni un reproche. De hecho, las diferencias entre los tres socios, proverbiales a estas alturas, ni siquiera apenas fueron recordadas por la oposición. Eso sí, propósito de quedar para repetir, como Artur Mas advirtió durante la primera mitad de la campaña, nada de nada. Es más, Puigcercós, durante todo el debate, solo trató de hacer una suerte de amigo de Facebook. Le envió el mensaje a Mas, no a Montilla.

CATALUNYA PELIRROJA / La política catalana hace tiempo que dejó de ser una pelea a codazos para ocupar el cómodo butacón del centro. No solo porque el PP fustigue a los inmigrantes e ICV-EUiA les defienda, no solo porque ERC presuma de las multas lingüísticas y Ciutadans las aborrezca, sino porque PSC y CiU, a priori principales aspirantes a edificar una mayoría sobre la tendencia natural del grueso de los votantes de huir de los extremos, no concurren a las elecciones con una melodía programática estilo música de ascensor, es decir, para todos los públicos. Con buen oído, son perfectamente distinguibles sus diferencias.

Un buen ejemplo son las políticas fiscales. Mas abogó anoche por una rebaja de los impuestos. Alicia Sánchez-Camacho le hizo la ola. Montilla, por su parte, prefirió dedicar ese minuto de intercambio de golpes a una técnica, supongo que pugilística, que consiste en no intentar lanzar un gancho que tal vez los espectadores no verán, sino aprovechar el impulso del rival, apartarse en el último instante e intentar así que el contrincante caiga de bruces en la lona. Fue entonces cuando el candidato del PSC vino a decir que, con CiU en el Govern y el PP en la Moncloa, Catalunya y España serían hoy Irlanda. ¿Pintas y pelirrojas? No, auditores de la UE bisturí en mano.

El debate que anoche, por quinta vez moderado por Josep Cuní, tenía (perdón por pretencioso de la fórmula) dos planos de lectura. Por una parte, hubo la inevitable exposición de propuestas propias, sobre todo relacionadas con la crisis. La situación obliga. Nada nuevo bajo el sol. Para eso llevan los partidos 11 días de campaña y, algunos, varios meses de precampaña. Así, tal vez resultaba anoche más interesante estar pendientes de lo que Xabier Arzalluz definió en 1998 como los «ritos de apareamiento» y que Rafael Tapounet repescaba esta semana en estas mismas páginas para recordar que, antes de la cópula, los picotazos no son bien vistos en la fase del cortejo.

REY JERJES / Hace cuatro años, el mismo debate, aunque con un invitado menos, Albert Rivera, tenía un título más que predecible ya desde días antes de que se celebrara. «El tripartito se defiende unido», anunció entonces la crónica política de la jornada. Y se subtituló: «Montilla evitó el choque con Mas, cuya agresividad acabó aislándolo en el debate». Qué tiempos. No era la primera vez que PSC, ERC e ICV-EUiA defendían de forma perfectamente sincronizada el paso de las Termópilas. Joan Clos ya había ejercido con anterioridad de Leónidas en unas elecciones municipales, hombro con hombro con Jordi Portabella e Imma Mayol. Entonces, el Jerjes de turno era Xavier Trias. Ahora es Mas quien, como el rey persa hace 2.500 años, pretende conquistar Grecia.

Anoche, Joan Puigcercós pareció ofrecerse para el ingrato papel de Efialtes, el espartano que le enseñó al ejército invasor la ruta de acceso a la retaguardia griega. Fue uno de los dos momentos de suspense del debate. El líder de Esquerra le propuso a Mas una alianza. Ojos como platos del resto de candidatos. ERC se suma a la campaña proconcierto económico de CiU si, en el caso de que la respuesta del Gobierno central sea un portazo, la federación nacionalista, en contrapartida, abraza la causa prorreferendo independentista. Mas se limitó a dejarse querer. No dijo que no. Fue más hábil y, teniendo en cuenta que un debate de televisión no es más que una jornada de pesca, se limitó a sugerir que un referendo en favor de la secesión solo tiene sentido si es para ganarlo. Si eso no fue un cortejo, que venga Arzalluz y lo vea.

Según las encuestas, Mas podrá, después del 28-N, elegir. En ese sentido, era interesante buscar en el debate un guiño, un gesto, un arrumaco, un lo que sea entre CiU y el PP. Es cierto que parecieron coincidir, aunque entre reproches, en afirmar que hay demasiados inmigrantes no comunitarios en Catalunya, pero el abismo que exhibieron en política lingüística fue enorme. Sideral.

El debate parecía inmerso en un gran barullo cuando llegó el otro momento de suspense. Montilla trataba de acorralar a Mas con la consabida estrategia de pedirle que renunciara a los votos del PP para la investidura. El líder de CiU le propuso una alternativa: evite que el PP sea decisivo y hágame ustedpresident, vino a decir, y, en caso de que las encuestas estén rotundamente equivocadas -añadió-, compromiso de que Convergència obrará igual con el PSC. ¿Iba en serio? Tanto como la oferta final de Montilla de celebrar este semana un cara a cara en televisión, que Mas aceptó. ¿Iba en serio? Propusieron iniciarlo anoche, echar al resto de invitados y quedarse ellos dos con Cuní. Tal vez con ello quedó todo dicho.