las protestas 2.0

La dispersión del mensaje crea diferencias entre los indignados

Indignados trabajan en el huerto urbano que algunos acampados han plantado en la plaza de Catalunya, ayer.

Indignados trabajan en el huerto urbano que algunos acampados han plantado en la plaza de Catalunya, ayer.

FIDEL MASREAL / BARCELONA
ALBA G. LAGUNA / MADRID

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A medida que pasan los días, en las acampadas de indignados de Madrid y Barcelona comienza a surgir un gran interrogante: ¿cuál es el mensaje reivindicativo que se está lanzando? Ayer ya era notorio, en las entrañas de ambas estructuras y en las redes sociales, un notable debate interno no exento de división.

Un mensaje que, a medida que se constituyen nuevos grupos de trabajo -Barcelona vio aflorar ayer una comisión de armonía y revolución interior, con lo que el número de secciones y subsecciones supera la treintena-, va generando preocupación, expresada en conversaciones internas y en los foros de internet. Foros donde ayer se leían comentarios con títulos elocuentes como «al grano» y frases contundentes como esta: «Como algunos de los que escriben por aquí, me estoy empezando a desanimar, y me temo que si no se reacciona pronto las acampadas se diluirán como un azucarillo. Este movimiento surgió con unos objetivos más o menos claros que no voy a citar aquí, pero creo que nos estamos perdiendo en palabras y nos estamos olvidando de los actos para conseguirlos. No creo que sea efectivo hacer interminables asambleas diarias para hablar de las mismas cosas». Y es que el número y contenido de los debates se convierte en ilimitado. Ayer, en la plaza de Catalunya se discutió de medioambiente, de cooperativismo y de «alternativas a la vida cotidiana para reducir la carga tóxica», entre otras cuestiones.

Algunos acampados asumen la necesidad de reducir y concretar las propuestas en torno a las reivindicaciones de Democracia Real Ya en cuatro ámbitos precisos: la reforma de la ley electoral, la devolución de las ayudas públicas al sistema financiero, el problema de los desahucios por hipotecas impagadas y la introducción de sistemas de participación democrática. En caso contrario, temen que la dispersión de ideas haga perder fuelle a la protesta.

Este debate interno se ha producido también en la Puerta del Sol de Madrid, especialmente durante este fin de semana. Ayer, en uno de los innumerables debates asamblearios un joven reclamaba: «Me parece muy bien todo esto que discutimos ahora, pero tenemos que saber por qué vinimos y centrarnos en las razones que nos trajeron aquí». Por ello, los organizadores de Madrid tratan, como en Barcelona, de derivar los debates a los barrios y a las redes sociales, con dimensiones menos masivas que hagan más fácil la concreción de propuestas.

Frente a esta autocrítica, otros acampados defienden un proceso revolucionario. El método asambleario es parte del mensaje, afirman. Y sostienen que cambiar el sistema «requiere su tiempo». Ayer, en la plaza de Catalunya distribuyeron consignas impresas como esta: «Es necesario desobedecer porque ninguna revolución se ha hecho nunca respetando las leyes de los poderosos».

TRIAS Y EL DESALOJO EXPRÉS / Respecto al futuro de la acampada de Barcelona, el próximo alcalde de la ciudad, el convergente Xavier Trias, que en vísperas de las elecciones defendió que no se desalojase a los acampados, sugirió ayer al alcalde saliente, el socialista Jordi Hereu, que disuelva la concentración y le ofreció apoyo para hacerlo. Es más, Trias no disimuló su intención de que el desalojo se haga antes de que él tome posesión de la alcaldía, el 11 de junio. «La patata caliente todavía la tiene el alcalde [Hereu]», afirmó Trias.