LA CATALUNYA RECORTADA

«Hay gente que por vergüenza o por culpa no pide ayuda»

LOS NUEVOS SOLIDARIOS. La crisis empobrece, humilla y hurta bienestar pero saca a la vez lo mejor de algunas personas, gente que no puede tolerar ver al vecino de al lado, al que hasta hace poco se encontraban en el bar o en el supermercado, hurgando en un contenedor. Así que se mueven. Crean redes vecinales. Recaudan y reparten comida. Hacen funciones de Estado.

«Hay gente que por vergüenza o por culpa no pide ayuda»_MEDIA_1

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MAURICIO BERNAL
BARCELONA

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Usted caminaba por la calle, por su barrio, un día cualquiera, y vio movimiento en el contenedor; alguien que husmeaba, que se inclinaba, que era engullido. Usted se quedó mirando porque la imagen no era habitual, o lo era, tal vez, pero no el personaje, bien vestido, bien calzado, un hombre o una mujer que usted considerónormal; como usted. Usted se detuvo, no sabe por qué, y vio que el hombre le resultaba familiar y se llevó una sorpresa, y al verle la cara y reconocerlo pensó: pero si este es como yo. Usted, para no incomodar, siguió adelante, y se llevó la imagen a casa y lo habló con su mujer, o con su esposo, y pensó en ello de noche, antes de dormir, y la imagen lo persiguió porque lo hizo sentirse frágil, porque se vio en el contenedor. Así que tomó una decisión.

Usted se llama Betty Fernández y es comerciante y tiene una ferretería en Lloret de Mar.«De repente era una imagen constante en todos los contenedores: gente del barrio, del pueblo, con capas, gorras, capuchas, para que no los reconocieran».O usted se llama Rafael Martínez y es psicólogo, y vive en el barrio de Sant Antoni, en Barcelona.«El detonante fue ver a un conocido buscando en un contenedor, pero no era tan conocido como para ofrecerle ayuda sin ofenderlo».O se llama Lidia Blánquez y es terapeuta y tiene un consultorio en la calle de Casanova, en el Eixample.«Si uno mira bien, ahora mismo en cada esquina hay gente buscando comida».Usted, a fin de cuentas, no es más pero tampoco menos que un vecino, y no puede, le resulta intolerable, ver a los suyos humillados, y se hace intermediario, o ángel de la guarda, y se suma a los cientos de solidarios que la crisis y los recortes (Benestar Social ha reducido su presupuesto un 4,6%, y políticas sociales de otros departamentos también han sido cercenadas) ha hecho germinar por todas partes.

10 o 15 pollos

«Aquello me conmovió-dice Betty-, así que colgué la historia en Facebook y la gente respondió. Y se creó una marea. Hicimos un reparto de alimentos que empezó el 15 de diciembre, en principio dijimos que hasta el 6 de enero pero al final se ha prolongado todo este año, porque la gente de forma anónima siguió trayendo alimentos, y entidades que cuando reciben una donación piensan en nosotros nos traen una caja de arroz, o de azúcar. O el carnicero de al lado, que se acerca y nos dice: 'Oye, puedo daros 10 o 15 pollos'. Y lo de los alimentos es una parte. También les guardamos los muebles a las personas desahuciadas, por ejemplo, o hacemos mercadillos para que la gente venda sus cosas y recaude algún dinero».En la parte de atrás de su ferretería Betty tiene siempre 20 o 30 bolsas con comida por si algún vecino se acerca a pedir, hechas todas de donaciones de comerciantes o gente anónima que ha hallado una vía para ayudar.

O usted, Rafael Martínez: usted decide directamente crear una oenegé, entiende que es tiempo de hacerlo y la bautiza con elocuencia y tino De veí a veí, lo cual más que nombre es definición, declaración de intenciones.«Hay mucha gente que necesita ayuda y por vergüenza o culpa no la pide-dice-.Nuestro proyecto consiste en ir a ellos y hacérselo más fácil. La primera ayuda se la entrega, de hecho, alguien cercano a él».Rafael dice que entiende por triunfo poner en contacto a un vecino en apuros con un vecino que quiere ayudar, y dice que no hay socios, que no existe tal figura, y quien ayuda lo hace cuando puede; y que reparte, básicamente, comida y productos de aseo.«Nos ayudan los comerciantes del barrio, claro. Hasta el logo de la oenegé es obra de un vecino. Y no solo eso, sino que hay acciones puntuales, como recogidas de alimentos, en las cuales los vecinos son muy generosos. En general, a mí lo que me tiene abrumado es lo guapa que es la gente».

Y usted, que es Lidia Blánquez, finalmente, la terapeuta del Eixample; usted, acostumbrada a ayudar («todo lo que recibo lo doy; con creces si puede ser»), vio las escenas de los contenedores y entendió que allí arriba, en el Eixample, también había necesitados, y hace de todo: va los viernes a la estación del Nord a repartir comida; entrega«menús»en su consultorio; organiza recogidas de alimentos.«Nos dimos cuenta-nos, siempre esnos; hay una cara visible pero siempre hay más-de que había gente necesitada de alimento y la salimos a buscar. Estamos en el primer mundo, y a pesar de la crisis hay recursos para todos y se pueden repartir de forma digna».La ayudan restaurantes y empresas de alimentación. Y vecinos. Gente que sabe que puede acabar hurgando en el contenedor.