EIXAMPLE

Modernismo oscuro

El arquitecto Puig i Cadafalch remodeló a inicios del siglo XX la casa del industrial textil Manuel Quadras, declarada bien de interés cultural

Escalera interior de mármol del palacio del Baró de Quadras, en Diagonal, 373.

Escalera interior de mármol del palacio del Baró de Quadras, en Diagonal, 373.

ANNA ROCASALVA / BARCELONA

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Una tenue luz entra en un comedor privado mostrando una escena familiar. Congeladas en el tiempo, Maria lee un libro de pie, al lado de su madre, la baronesa de Quadras. Ambas encorsetadas y espectrales, parecen fundirse con el decorado modernista de la sala, entre lujos y la ostentación propias de la alta burguesía. Destaca la magnífica chimenea de metal en relieve y cerámica, y la pintura de la pared, que representa un frondoso bosque catalán. Es una foto de principios del siglo XX, que refleja la riqueza y el poder del palacio del Baró de Quadras.

Ubicado en el número 373 de la avenida Diagonal, el palacio es un edificio modernista remodelado por el arquitecto Puig i Cadafalch, entre 1904 y 1906. "La casa ya estaba construida -aclara Isabel Vallès, codirectora de Cases Singulars-, pero el arquitecto levantó la espectacular fachada de piedra, creó una planta noble, decorada por los mejores artesanos, e incorporó la forja, el mosaico y la madera". Porque la zona del Eixample era el escaparate de un nuevo estatus social: "Los grandes industriales se hicieron construir bloques de pisos para vivir en la planta principal y alquilar el resto", explica Laura Pastor, codirectora de Cases Singulars. "Posteriormente, estos burgueses se ennoblecerían adquiriendo títulos nobiliarios", añade.

Es el caso de Manuel Quadras, uno de los industriales textiles más importantes del Estado, que fue nombrado barón en el 1900. Su palacio tiene dos fachadas diferenciadas: la de la Diagonal, por donde entraban los barones, y la de la calle de Rosselló, más sencilla, por donde accedía el servicio y las familias alquiladas. En la entrada principal, dos gárgolas dan la bienvenida al visitante, justo debajo de la fastuosa tribuna con esculturas del maestro Eusebi Arnau. "En el suelo aún se adivinan las marcas de los carruajes, que entraban hasta el vestíbulo", señala la guía, Núria Pérez.

Traspasando la puerta de hierro forjado, se descubre un vestíbulo inspirado en los palacios medievales catalanes, que conduce hasta las dependencias de la familia Quadras, subiendo una imponente escalinata de mármol.

Inspiración medieval

El palacio -actualmente la sede del Instituto Ramon Llull- ha sido declarado bien cultural de interés nacional y se puede visitar todos los miércoles. Aunque las historiadoras de Cases Singulars advierten de que no se trata de una arquitectura dulce y bucólica, sino más bien oscura y medieval. "Ello se debe a que el modernismo de Puig es la expresión plástica de los ideales de la Renaixença", aclara Pastor. Una voluntad de recuperar la identidad catalana, nostálgica de una época medieval gloriosa.

Y es que el palacio impacta por su iconografía modernista, que alude a una naturaleza salvaje, fantástica y medieval. Da la sensación que está dentro de un solemne castillo, mientras la vida moderna prosigue fuera.