Universidad, también con la FP

Uno de cada cinco estudiantes, la mayoría jóvenes de entornos desfavorecidos, llega a los campus tras haber cursado un ciclo formativo superior

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MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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Uno de cada cinco estudiantes llega a la universidad después de haber cursado un ciclo superior de formación profesional (FP), una vía de acceso claramente en alza en los últimos años, gracias al despliegue del plan Bolonia en la educación superior. "Es una de las modalidades para entrar en la universidad cada vez más usadas por personas de entornos sociales desfavorecidos", asegura Antonio Ariño, sociólogo de la Universidad de Valencia y coautor del estudio 'Ser universitario hoy' de la Xarxa Vives d'Universitats y la Fundació Jaume Bofill. De hecho, un 25,5% de los estudiantes universitarios que pertenecen a familias de clase social baja tienen un título de técnico superior, frente al 13% de los alumnos de clase alta.

Por eso, porque hay que intentar que la universidad siga siendo el ascensor social que empezó a ser hace 30 años, los expertos recomiendan a las autoridades educativas y a los responsables de los campus que exploren "vías de acceso alternativas más allá de la tradicional selectividad". También sería aconsejable dar un impulso decidido a los programas de movilidad internacional (no solo al Erasmus, al que, por otra parte, habría que mejorar la dotación económica), para que todos los estudiantes tengan la oportunidad de salir un tiempo al extranjero.

SERVICIO DE ORIENTACIÓN

Para que la universidad sea una universidad verdaderamente centrada en sus estudiantes -y no solo en los profesores- convendría hacer algunas modificaciones, argumenta Ariño. Por ejemplo, lamenta el sociólogo, falta crear un servicio de orientación potente y eficaz para que los jóvenes que terminan bachillerato y formación profesional puedan escoger con conocimiento de causa qué carrera van a cursar. "Eso permitiría reducir, además de muchas frustraciones personales, la alta tasa de abandono que se registra en el primer año de universidad", señala Ariño. 

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Para que la universidad española sea un verdadero reflejo de la realidad social en la que se desenvuelve, tendría que "ser más inclusiva, favorecer la entrada a los mayores de 25 años o crear un sistema de acreditación que permita, como prevé Bolonia, que los profesionales que están trabajando sin tener un título puedan sacarse un certificado demostrando cuáles son sus competencias laborales, qué saben hacer".

El experto, que ha dirigido varios estudios al respecto, es un firme defensor de que la innovación educativa desembarque de una vez en la universidad. "Hay que flexibilizar las opciones de estudio, acabar con los horarios comprimidos, demasiadas veces pensados para la comodidad de los profesores, no de los alumnos", propone. "Habría que crear vías lentas de estudio para los alumnos que trabajan y habilitar más opciones de estudio a distancia, no presencial", clama.

LA FP, ALTERNATIVA A LA UNIVERSIDAD

Mientras tanto, la formación profesional va avanzando como alternativa a la universidad. Al menos en Catalunya. El grueso de los estudiantes que acceden a ciclos formativos de grado superior han cursado con anterioridad el bachillerato, según los últimos datos publicados por la Conselleria d'Ensenyament, correspondientes al curso 2014-2015 y recogidos por la consultora Unportal.cat. De los 30.615 alumnos que se matricularon ese año en una FP de grado superior, un total de 14.471, un 47,3%, habían hecho antes bachillerato (y lo habían aprobado) frente a los 12.468 que llegaron desde ciclos formativos de grado medio.