Las desigualdades sociales se enquistan en la universidad

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MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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Ni el sistema de becas y ayudas al estudio "está a la altura de las necesidades de los alumnos", ni los estudios son lo suficientemente flexibles como para que los universitarios puedan compatibilizarlos con un empleo. Este y otros déficits son los que están dificultando que las universidades sean todo lo igualitarias que cabría esperar y que, pese a los avances hechos los últimos años en este terreno, los hijos de las clases sociales más altas sigan siendo el colectivo de estudiantes dominante en la educación superior. Los procedentes de familias con un poder adquisitivo elevado representan un 43,4% de los alumnos de grado, porcentaje que crece hasta el 44,7% en el caso de los másteres.  

Y es que "mientras no se habilite un sistema de financiación para los estudiantes que les permita disponer de autonomía para estudiar con sus propios recursos, los jóvenes seguirán teniendo que recurrir a sus familias para sufragar la matrícula y otros gastos, como ocurre ahora en prácticamente el 52% de los casos", advierte Antonio Ariño, sociólogo de la Universidad de Valencia y coautor del estudio 'Ser estudiante universitario hoy', presentado este martes por la Xarxa Vives d'Universitats y la Fundació Jaume Bofill. Eso supone, prosigue Ariño, que "al caer en el 'familismo', se acaben reproduciendo las desigualdades sociales de siempre". 

El sostén económico de las familias también es determinante para que un alumno continúe sus estudios después de graduarse, porque siguen los padres quienes pagan el máster, o para que salga a estudiar en el extranjero (por las mismas razones). "La universidad, además, tendría que buscar mecanismos para que los aprendizajes que se producen fuera de las aulas o los programas de movilidad internacional, que forman parte de la riqueza de experiencias de la vida universitaria, no solo sean para quienes las pueden pagar", ha abogado el sociólogo valenciano.

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MÁS CLASE ALTA QUE LA MEDIA

Aunque la universidad española es cada vez más equitativa, porque en ella tienen cabida estudiantes de perfiles y clases sociales cada vez más variados, "sigue existiendo un problema de sobrerrepresentación de los hijos de las clases altas, especialmente de hijos cuyas madres tienen también estudios superiores", ha agregado la socióloga Elena Sintes, la otra codirectora del informe. Así, mientras la media española de mujeres de entre 40 y 59 años con estudios universitarios es del 31,8%, la media de estudiantes que están en la universidad y son hijos de mujeres con titulaciones superiores crece hasta el 35,4%.

Pero lo que realmente marca diferencias es el empleo que ejercen los padres, más allá de su nivel educativo. La sobrerrepresentación es importante (de casi 20 puntos de diferencia para los padres y de 10 para las madres) en el caso de los hijos de directivos y profesionales científicos e intelectuales. Entre los estudiantes de grado, casi un 30% son jóvenes procedentes de familias de clase baja (según los criterios de la Unesco) y un 27% pertenecen a hogares de clase media. En máster, los porcentajes son del 31% y del 24%, respectivamente.

De ahí que casi un tercio de los estudiantes estén trabajando durante el curso y sufragando sus propios gastos, mientras que las becas solo llegan a un 13% de los alumnos. Únicamente el 41% de los universitarios lo son a tiempo completo, ya que el 59% restante ha de compaginar los estudios con un empleo. Algunos con carácter intermitente (24%), otros parcial (19%) y los demás, con un contrato al 100% del horario laboral (15%).

MACROENCUESTA

El informe de la Xarxa Vives y la Bofill, elaborado a partir de encuestas hechas a más de 20.000 estudiantes de 17 universidades catalanas y valencianas (además de la de Andorra y la de Perpinyà), quiere ser una herramienta de trabajo para quienes diseñan políticas educativas. "Cualquier debate sobre cómo deberían de ser las becas o la financiación universitaria, sobre cómo han de flexibilizarse los grados y los másteres tendría que partir de una fotografía real de cómo son los estudiantes y qué necesitan, y no del ideal que tienen los políticos y los gestores universitarios de cómo son esos jóvenes", ha subrayado Ismael Palacín, director de la fundación Jaume Bofill.

El estudio es prácticamente el único de estas características que se hace en la universidad española, después de que el Gobierno haya rechazado participar en las dos últimas ediciones de la macroencuesta Eurostudent de la Unión Europea.

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