Gente corriente

Carol Saniger: "Yo en la clase no tengo 30 alumnos, tengo 30 personas"

Una 'seño' del siglo XXI. No hay tecnología capaz de competir en el aula con un profe apasionado.

«Yo en la clase no tengo 30 alumnos, tengo 30 personas»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Los móviles han pasado de ser la peste de las aulas a convertirse en una herramienta educativa. Esta profesora de ciencias de la naturaleza del instituto Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet hace tiempo que dejó atrás las clases magistrales y utiliza ordenadores, móviles, metodologías como la webquest y la caza del tesoro, técnicas artísticas, de trabajo en equipo, recursos propios..., lo que sea para enganchar a sus alumnos. Pero nada de eso serviría si no estuviera basado en una relación humana de calidad.

-Los chicos se aburren en clase.

-El ser humano es curioso por naturaleza. ¿En qué momento perdemos esta curiosidad y por qué? La sociedad no tiene tiempo de escuchar a los niños. Llegan ya desinflados a clase y están desde las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde, con apenas 50 minutos de descanso, escuchando discurso tras discurso. ¿Quién aguanta esto?

-Usted no para de aprender nuevas técnicas pedagógicas. ¿Cuál es la última?

-Acabo de hacer una formación de la Fundació Catalana per a la Recerca i la Innovació para fomentar el interés de los alumnos en las carreras científicas a través del aprendizaje basado en problemas. El profesor ya no es la figura que adoctrina, sino la que enseña a los chicos a pensar, a hacerse preguntas y a buscar las respuestas; son ellos los que construyen su propio conocimiento.

-¿Mandamos lo tradicional al rincón?

-No, lo combinamos con la innovación. Yo soy muy tradicional en cuanto a los exámenes pero siempre incluyo una pregunta en la que pido a los chicos su opinión sobre el tema y sobre cómo lo he enfocado.

-La examinadora examinada.

-Es una manera de darles voz, de acercarse a ellos y de compartir experiencias. Muchas veces los cortamos por el mismo patrón, pero yo en la clase no tengo 30 alumnos, tengo 30 personas y cada una es diferente. Me gusta conocerles y que me conozcan a mí más allá del aula, que sepan que cuando salgo de aquí me voy pitando a buscar a mis dos hijos pequeños y empiezo una segunda jornada laboral igual de dura y gratificante.

-Así crea vínculos de confianza.

-Y me funciona bastante bien, porque no tengo los conflictos que hay en otros grupos. A veces rozas el límite de la depresión, en el sentido de ¡qué hago yo con estos alumnos! Pero luego me doy cuenta de que si no tienen interés es porque no les estoy encaminando bien. Ser profesor es una pasión, si no no aguantas.

-Algunas libretas de sus alumnos parecen de la clase de arte y no de ciencias.

-Es un proyecto que se llama The science notebook (La libreta de ciencias). Yo les planteo que trabajen cada tema en la libreta en formato apaisado y a doble página, como si fuera un periódico, y que utilicen la técnica que más les guste para expresar lo que han aprendido: escritura, dibujo, fotografía, colaje... Pero no es obligatorio. Es su libreta y ellos deciden cómo hacerlo.

-¿Es fan del modelo finlandés?

-No creo que podamos copiar un modelo educativo de una sociedad tan distinta a la nuestra, donde la escuela pública concentra las situaciones más críticas. ¿Qué le vas a contar al chaval ucraniano de 15 años que en dos meses tiene que irse a hacer la mili a su país? ¿O a la chica que no tiene asegurado un plato de comida en su casa? ¿O a los que ven que con el aumento de las tasas universitarias nunca podrán licenciarse?

-¿Usted siempre ha sido de ciencias?

-¡Qué va! En el instituto era patética en ciencias. Lo mío eran las letras, pero como necesitaba subir la nota media empecé a dedicarles mucho más esfuerzo a las ciencias y me di cuenta de que si no me gustaban era porque nadie había sabido engancharme. Por eso ahora quiero que el máximo de mis alumnos puedan disfrutar de las ciencias de la naturaleza.