Nuevo varapalo al sistema educativo

La sobreprotección paterna tapona la educación del niño

Los hermanos Paula y  Jordi, con sus tabletas, ayer, en su casa en Barcelona.

Los hermanos Paula y Jordi, con sus tabletas, ayer, en su casa en Barcelona.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ
BARCELONA

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Asegura el sociólogo Pau Marí-Klose, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y profesor en la Universidad de Zaragoza, que el impacto que tienen las familias sobre la educación de sus hijos es innegablemente mayor -muchísimo mayor- que el que desempeña la escuela, donde los chicos pasan solo el 12% de su tiempo. Admite Marí-Klose que, aunque nadie se ha dedicado a analizar el fenómeno en profundidad, no es descabellado afirmar que la influencia o el asesoramiento (o la falta de él) de los padres es determinante para que un niño adquiera (o no) nuevas habilidades. Y, pese a que resta «dramatismo» al informe PISA conocido esta semana que sitúa a los adolescentes españoles a la cola en capacidad de resolución de problemas, el investigador del CSIC reconoce que es injusto echarle toda la culpa a la escuela y a los maestros. Los padres tienen su parte de responsabilidad, opina.

«Es difícil saber por qué pasa lo que pasa, por qué en una época en que los padres están más implicados que nunca en la educación de sus hijos siguen dándose estos malos resultados», reconoce el sociólogo. ¿Es posible que los chicos de 15 años sean incapaces de saber cómo funciona un aparato de aire acondicionado porque en casa se les sobreprotege y nunca han tenido que programar uno? «Hay muy pocas investigaciones dedicadas a la hiperprotección parental y, las que existen, se han hecho en su mayoría en Estados Unidos», responde el investigador.

Algunos de esos estudios hechos en EEUU concluyen que los padres más protectores con sus hijos, entre los que destacan los de origen asiático, son también los que consiguen que sus hijos logren mejores resultados académicos. Estos progenitores, a los que los expertos clasifican como de estilo autoritario, son minoritarios en la actualidad en España. En Catalunya, representarían el 15% de la población, según un estudio sobre modelos educativos familiares elaborado por la Fundació Jaume Bofill en el 2009 bajo la coordinación del profesor Javier Elzo.

PADRES ANGUSTIADOS / Lo que sí se ha investigado en España -lo hizo hace cinco años el sociólogo y educador social Jordi Collet en su tesis doctoral- es cómo las familias de grupos socioeconómicamente elevados intentan crear ambientes propicios para que sus hijos aprendan divirtiéndose, de forma rápida y sin esfuerzo. Son esos padres que continuamente planifican actividades, organizan salidas y solo dejan que en casa entren juegos educativos. Eso sí, en esos casos, todo el esfuerzo lo hacen los padres, con lo que acaban convirtiéndose en progenitores angustiados, «con una alta autoexigencia, centrada en generar constantemente situaciones intensas y positivas para sus hijos», añade Collet en su tesis.

Lamentablemente, muchos de estos padres pertenecen al perfil denominado indulgente, con lo que es difícil valorar si esas experiencias educativas acaban calando en sus hijos. «Que un niño tenga un fácil acceso a internet no significa necesariamente que sea hábil en ello. Lo importante es el uso que el niño hace de internet, si es un simple entretenimiento o juego o si le da un uso didáctico. Los padres ahí no pueden ser indulgentes», agrega Ismael Palacín, director de la Jaume Bofill.

GOBIERNOS INCAPACES / Palacín también censura a los responsables educativos de la Generalitat y el Gobierno central: «Culpar a los alumnos de los malos resultados obtenidos en la encuesta de PISA, como han hecho las administraciones, es admitir que ellas mismas no son capaces de gobernar el sistema educativo. Es una conclusión sorprendente y que no se aguanta por ningún lado, sobre todo si se compara con otros sistemas educativos».

El martes, tras la presentación del estudio (que evidenció que los estudiantes españoles no son capaces de resolver problemas cotidianos como la programación de un MP3 o la utilización de un abono de transporte público), el Ministerio de Educación salió al paso apelando a un «cambio radical» en las metodologías de los docentes, mientras la Conselleria d'Ensenyament atribuyó parte del fracaso a «la alta complejidad» que hay en las aulas catalanas.