INNOVACIÓN VITIVINÍCOLA

Vinos ancestrales

Moneu y gonfaus se unen a las 40 variedades de uva recuperadas por Bodegas Torres en los últimos treinta años

Expansión 8 Miquel Torres en Colombia en octubre del 2013.

Expansión 8 Miquel Torres en Colombia en octubre del 2013.

OLGA GRAU / BARCELONA

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Miguel Torres Maczassek, director general de Bodegas Torres, se entusiasma cuando explica cómo su familia ha logrado recuperar 40 variedades de uva que se cultivaban antaño en Catalunya y que hoy habían prácticamente desaparecido. «Es un trabajo que llevamos haciendo desde hace más de tres décadas, para identificarlas hemos incluso llegado a publicar anuncios pidiendo a payeses que nos llamen para visitar sus cepas viejas», explica Torres.

La tarea es altamente laboriosa y con un retorno más emocional que económico, ya que de las 40 variedades recuperadas, solo 7 muestran gran interés enológico, es decir, se pueden convertir en vinos. Entre ellas la querol y la garró, que se utilizan en el cupaje del vino Grans Muralles, y selma blanca, la primera variedad blanca recuperada del Penedès.

«Recuperar variedades ancestrales es un proceso lento y largo que requiere mucha paciencia y horas de experimentación y el buen hacer de un gran equipo de profesionales», explica Torres, quien sostiene que es un trabajo a mitad de camino entre la viticultura y la arqueología. «Nos ayuda a entender mejor la riqueza de variedades de vid previas a la llegada de la filoxera a finales del siglo XIX», según el directivo.

La apuesta de la empresa acaba de lograr dos nuevos frutos. Ayer Torres confirmó la recuperación de dos variedades tintas, la moneu y la gonfaus, con gran interés enológico, que tienen la particularidad de ser muy resistentes a las altas temperaturas y a la sequía, lo que las hace especialmente interesantes para afrontar el cambio climático.

De momento, Bodegas Torres las ha plantado de manera experimental en su finca de L'Aranyó, en Borges Blanques, en el corazón de la comarca leridana de Les Garrigues, tras un largo proceso que empezó con la localización, en 1998, de dos cepas viejas que resultaron ser de variedades desconocidas. Después: sanearlas, reproducirlas y plantarlas en diferentes fincas para comprobar su adaptación.

Moneu fue localizada cerca de Querol, en el Alt Camp, y su nombre hace referencia al Coster de Moneu, el faldón del Torrente de Lloreda situado al sur de este municipio tarraconense. Gonfaus, por su parte, proviene del pueblo de Santa Eulàlia de Puig Oriol, en el Lluçanès, comarca de Osona. Su nombre viene del Quintà de Gonfaus, una zona de pastura situada al sudeste de esta localidad. Se trata, además, de una de las pocas variedades femeninas conocidas actualmente -la mayoría son hermafroditas-. La esperanza ahora es que un día moneu y la gonfaus tengan nombre de vino.