HISTORIAS MÍNIMAS

Vetgenomics: ADN en una caca de perro

Vetgenomics, con origen en la UAB, es el CSI de los veterinarios, pionera en I+D

Laura Altet, Armand Sánchez, Montse Sala y Olga Francino.

Laura Altet, Armand Sánchez, Montse Sala y Olga Francino.

EVA MELÚS / SITGES

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El ADN de un perro también puede obtenerse a partir de sus defecaciones. Los ayuntamientos de Sitges Parets del Vallès planean empezar a analizar el rastro genético de las heces de los perros que encuentran en la calle para multar a los propietarios infractores. Utilizarán una tecnología puntera, reduciendo el coste de 200 a 35 euros en comparación con ofertas similares. La condición previa es que los ayuntamientos dispongan de un censo genético completo de los animales.

El proyecto Can-ID es uno de los servicios que ofrece Vetgenomics, empresa iniciada en la UAB en el 2011 con el objetivo de crear dispositivos de diagnóstico genético que aumenten la capacidad de respuesta de los centros asistenciales, sin necesidad de acudir al laboratorio, el CSI de los veterinarios. Vetgenomics factura 500.000 euros al año, que se reinvierten cada año en I+D.

Su origen esta el departamento de Genética Molecular de la facultad de Veterinaria de la UAB (SVGM) . Empezaron, en la década de los 90, con el encargo de discernir si una pedazo de carne de vaca o los piensos que la alimentaban podían derivar en el llamado síndrome de vacas locas. También eran capaces de determinar si un caballo o un perro eran realmente hijos de campeones.

{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"Armand S\u00e1nchez","text":"Con Olga Francino, Laura Altet y Montse Sala, ha impulsado desde la UAB una empresa emergente que estudia el genoma de los animales dom\u00e9sticos y propone soluciones innovadoras en su cuidado y control."}}

A partir del 2000, la Generalitat creó una red de investigación al servicio de las empresas, la red TECNIO, y SVGM se convirtió en una de las pioneras. «Nosotros nos sentíamos cómodos en el mundo de la investigación y la innovación, pero la red nos obligó a introducirnos en temas como la calidad o los criterios empresariales», recuerda Armand Sánchez, fundador y consejero delegado de Vetgenomics, cargo que combina con el de director del servicio veterinario de genética molecular y profesor de la UAB. «Fuimos incrementando el volumen de facturación y de personal contratado, así que a Generalitat nos animaba cada año a que nos constituyésemos como empresa», explica.

FINALISTA

Gracias a que la ley orgánica de universidades (LOU) del 2007 flexibilizó la participación de los profesores en empresas surgidas en las universidades, Vetgenomics se constituyó como Empresa de Base Tecnológica (EBT) con un capital de 30.000 euros. «La nuestra fue la primera y con nosotros se creó la normativa», explica Sánchez. El premio como finalista del Bioemprendedor XXI facilitó la creación de un plan de empresa.

La UAB mantiene el 10% de las acciones de Vetgenomics, con quien firmó un acuerdo económico de transferencia de conocimientos. «De allí parte nuestro saber hacer (know-how)», reconoce Sánchez. El SVGM sigue realizando los trabajos relacionados con animales de granja y proyectos históricos como el del lobo del Pirineo, mientras que Vetgenomics ofrece el resto de servicios, con el foco muy centrado en el I+D. «Fuimos muy meticulosos con la separación de funciones. Lo público es público y lo privado es privado», destaca Sánchez.

Aparte del proyecto can-ID, Vetgenomics trabaja en dos grandes proyectos de colaboración con empresas y otras universidades. Con Affinity, la marca de alimentación para animales de compañía, Vetnomics estudia cómo la genética determina el apetito y la manera de comer de las mascotas. Con la Universidad de Boston, investiga las bacterias que viven en la piel o el estómago de un animal para convertirlas en aliadas en la lucha contra enfermedades. «Vamos hacia una medicina personalizada», concluye Sánchez.

En colaboración con el Instituto Catalán de Nanotecnología y Nanociencias (ICN2) y dentro del proyecto europeo POC4PETS, la empresa ha patentado un dispositivo de detección de enfermedades de animales que realiza diagnósticos en la misma consulta. «En principio estaba pensado para la leishmaniosis canina, pero hemos visto que podemos darle muchas más aplicaciones y con gran ahorro», advierte Sánchez.

Coincide, en parte, con el proyecto can-ID de detección e identificación de parásitos de las heces caninas. La idea de que sus descubrimientos podrían afectar a los humanos está sobre la mesa. «Compartimos más de 350 enfermedades de origen genético con los perros y el mismo entorno», avisa el biólogo Óscar Ramírez.