Una industria más sostenible, competitiva e innovadora

La industria de la alimentación es, por definición, una de las actividades con mayor repercusión colectiva, además de económica. Hoy es imposible separar negocio, conocimiento, formación, innovación y nuevas tendencias en gustos o productos.

Una industria más sostenible, competitiva e innovadora_MEDIA_1

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La industria de la alimentación y bebidas es un buque insignia de la economía española, con una producción bruta de 92.000 millones de euros y 28.700 empresas con 440.000 puestos de trabajo, según datos de la Federación de Industrias Alimenticias y Bebidas referidos al año 2013. Las exportaciones anuales superan largamente los 22.500 millones de euros. En Catalunya el peso de la industria alimentaria no es menor: está considerada el segundo clúster europeo del sector, por detrás de Lombardía, según la Fundació Catalunya Europa, con un volumen que supera los 24.300 millones de euros, casi una cuarta parte del negocio del sector en España. Es además la primera industria de Catalunya, por delante de la química, la energía y el automóvil.

Es evidente que la industria de la alimentación, integrada por empresas y marcas que están pendientes de los cambios y demandas sociales, es, por definición, una de las actividades con mayor repercusión colectiva además de económica. Hoy es imposible separar negocio, conocimiento, formación, innovación y nuevas tendencias en gustos o productos. Esta es la premisa que guía al salón Alimentaria, organizado por Fira de Barcelona, que también cuenta con ediciones en Lisboa y Ciudad de México.

Mi condición de presidente del comité organizador de Alimentaria, del consejo de administración de Fira y también de la empresa Freixenet y de la Cámara de Comercio de España, entre otras responsabilidades, creo que me proporciona experiencia y perspectiva para valorar  los esfuerzos de  las empresas -con marcas que aportan valor, notoriedad y confianza- para incorporar novedades y soluciones que respondan a las demandas de una sociedad cada vez más exigente con la calidad, la variedad, la salud, la información y la transparencia. Gracias a este empeño, nuestra industria se sigue promocionando y creciendo en todo el mundo. La última edición de Alimentaria, en el 2014, tuvo el 30% de visitantes extranjeros procedentes de 141 países y la visita de más de 600 grandes importadores y distribuidores de Europa, Asia, Latinoamérica y Estados Unidos, que celebraron más de 10.000 reuniones de negocios con expositores.

Prestigio internacional

La innovación, la calidad y la alianza con la gastronomía son básicas para el recorrido internacional del sector de la alimentación, que desde el 2009 crece a un ritmo anual cercano al 10 %. Actualmente, España es sinónimo de  industria alimentaria de calidad, con un prestigio al que en buena medida contribuye su cocina, galardonada internacionalmente y valorada por los millones de turistas que anualmente nos visitan. Nuestra  gastronomía, probablemente la más diversa y creativa del mundo, está contribuyendo también a poner en valor la dieta mediterránea, que es no solo una manera de entender la nutrición (alimentos frescos, de temporada, locales, predominio del olivo, el trigo y la vid, frutas, hortalizas, pescados, frutos secos, especias y condimentos, lácteos, imaginación y creatividad), sino también una filosofía de vida. La importancia de una buena nutrición, la proximidad, la calidad, la slow food…  son aspectos que dan sentido a que la dieta mediterránea sea reconocida por la Unesco como bien inmaterial de la humanidad y que la Unión Europea tenga el programa MedDiet como herramienta de desarrollo, estabilidad y solidaridad entre países de la cuenca mediterránea y para el fomento de sus productos tradicionales y de proximidad.

Uno de los retos de la industria alimentaria, en efecto, es la sostenibilidad. Con la mirada puesta en el horizonte 2020, se plantea desafíos para conseguir un crecimiento sostenible: alimentar a una población creciente en un entorno de escasez de recursos, gestionar el agua de un modo más sostenible, mantener la competitividad, mejorar la eficiencia de procesos y la mitigación del cambio climático, y minimizar el impacto ambiental de los envases. En este punto, me parece interesante señalar que Fira de Barcelona organiza también los salones Barcelona Tecnologías de la Alimentación, Bta, e Hispack que aportan respuestas útiles basadas en la innovación y la tecnología.

Universidad-empresa

Para la industria alimentaria el desarrollo de innovación, ciencia y  tecnología son inseparables de la competitividad, de la creación de valor añadido. Además del desafío de la sostenibilidad y la eficiencia energética, el valor de las marcas es básico para personalizar el producto en un entorno global, demográficamente cambiante, con nuevos hábitos de consumo, con una creciente preocupación por la seguridad y la salud, como he señalado.

Sin innovación será más difícil aumentar los niveles de internacionalización del sector agroalimentario. Y esto requiere esfuerzos compartidos y  políticas basadas en una estrecha colaboración entre universidad y empresa que tenga un claro retorno social. En nuestro entorno, me parece interesante subrayar el papel, entre otras, de instituciones como INSA (Institut de Recerca en Nutrició i Seguretat Alimentaria) de la Universitat de Barcelona, de la Fundació Alícia (Alimentación y Ciencia), la Fundación para la Dieta Mediterránea y la Fundación Triptolemos. Una buena ecuación: ciencia, tradición, futuro.