Una indispensable aportación diferencial

Así como la iniciativa privada se mueve por una lógica del mercado y el sector público se mueve por una lógica del poder, la lógica propia del tercer sector es la de la generosidad. Sería un empobrecimiento de la dinámica social que el tercer sector perdie

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JOAN FONTRODONA

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Es una afirmación comúnmente aceptada que para la solución de los complejos problemas que vivimos en nuestras sociedades es precisa la acción conjunta de los tres sectores: la iniciativa privada, el sector público y el tercer sector. Asistimos hoy en día a una variante de esta afirmación, y es que, más que una acción conjunta, lo que se ve es que las fronteras entre los tres sectores se están diluyendo. Hemos visto cómo la sociedad civil acaba por organizarse políticamente, invadiendo un terreno reservado hasta ahora a los partidos políticos e incluso haciéndose con el poder, como ha ocurrido en las pasadas elecciones municipales. Por otra parte, vemos cómo algunos modelos empresariales hacen también que se desvanezca la frontera entre el mundo de las organizaciones con ánimo de lucro y las organizaciones sin ánimo de lucro: las llamadas organizaciones híbridas, que junto a la generación de valor económico buscan también un objetivo de impacto social; o las cooperativas, de una larga tradición entre nosotros.

Que el terreno se esté moviendo ha tenido efectos diversos en el mundo de las entidades del tercer sector. Un primer efecto es en el modelo de financiación. Tradicionalmente ha sido un sector con una alta dependencia de la financiación pública. La crisis de estos años y los recortes necesarios -¿excesivos, podría decirse?- en las partidas públicas para la ayuda social han exigido por parte de las entidades del tercer sector buscar formas de financiación alternativas, dirigiéndose a las empresas -que también han recortado sus presupuestos, mientras que la lista de solicitantes aumentaba- o acudiendo directamente a la sociedad civil. El auge del crowdfunding ha sido una consecuencia de este nuevo entorno.

También ha tenido un efecto en los modelos de negocio de las entidades. Los años de bonanza previos a la crisis permitieron abonar el terreno para el crecimiento de este sector. La crisis y la aparición de competidores desde el ánimo de lucro exigen pensar muy bien el modelo de negocio de las entidades del tercer sector: qué aportan y en qué se diferencian. Exige también buscar formas de cooperación entre ellas, fortaleciendo alianzas de colaboración y el trabajo en red, como una forma de aportar más valor.

Por último, exige cambios en el modelo de gobierno de las entidades. El tercer sector ha sufrido también los efectos por prácticas cuestionables de algunas entidades concretas que han dañado la reputación de todo el sector. Las organizaciones se ven en la necesidad de medir el impacto de sus acciones, de ser transparentes en la gestión, y de rendir cuenta de todo ello ante los grupos de interés, en especial ante quienes aportan fondos y ante los receptores de sus actividades.

Aunque la frontera entre los tres sectores pueda diluirse, y aunque cada vez más los tres estén sometidos a las mismas presiones y a las mismas exigencias por parte de la sociedad, sería un empobrecimiento de la dinámica social que el tercer sector perdiese lo que es diferencial de su aportación al conjunto de la sociedad.

¿Cuál es la aportación diferencial del tercer sector? Así como la iniciativa privada se mueve por una lógica del mercado, y el sector público se mueve por una lógica del poder, la lógica propia del tercer sector es la lógica -podríamos llamarla- de la generosidad.

La lógica del mercado busca un equilibrio justo entre lo que se da y lo que se recibe (es lo que en terminología clásica se llama justicia conmutativa). El sector público se mueve por un sentido de la justicia que le lleva a asegurar unas condiciones de igualdad que faciliten el desarrollo de todos (de ahí que se la conozca como justicia distributiva). La lógica del tercer sector aporta a la convivencia social la realidad de que muchas veces los seres humanos damos sin esperar nada a cambio. Ahí está la forma más alta de justicia, que se conoce como caridad, no entendida como limosna, sino como buscar del bien del otro.

Una sociedad que fomente el bienestar -el bien común, podríamos llamarle- no solo debe buscar la creación de riqueza y la distribución justa de esta riqueza, sino el bien de todos y cada uno de quienes componen la sociedad, estando dispuestos a sacrificar el interés propio en aras del bien de los demás, desde las necesidades materiales más perentorias a las aspiraciones humanas más elevadas.

El mercado despersonaliza, porque se fija en la renta per cápita sin caer en la cuenta de que unos tienen la renta y otros la cápita. El poder también despersonaliza, porque fácilmente acaba imponiendo la opinión de la mayoría frente a las legítimas reivindicaciones de las minorías, cuando no imponiendo la voluntad de unos pocos sobre el resto. La función del tercer sector es evitar la despersonalización de la sociedad, atendiendo a cada uno por lo que es y por lo que necesita.

El tercer sector es necesario no solo por lo que hace, sino por lo que nos recuerda: que el centro de cualquier iniciativa social -sea pública o privada- es el ser humano.