ESTRENO EN UN DEBATE PRESUPUESTARIO

Una clase para socialistas

Sánchez, profesor de economía, evita los tecnicismos y prima el guiño a la izquierda

GEMMA ROBLES / MADRID

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El ministro Cristóbal Montoro, desde la tribuna de oradores, afeó ayer al socialista Pedro Sánchez que no  hubiera aprovechado el debate de Presupuestos para demostrar sus conocimientos como profesor de economía. La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, en los pasillos de la Cámara, hizo lo mismo. El secretario general del PSOE recibió los dardos sin perder la sonrisa. Obviamente, su objetivo en su primer pleno dedicado a las cuentas del Estado no era dar una clase a sus señorías, sino lograr conectar con sus propios compañeros de bancada ahora que ha cumplido cien días al frente del partido y se le han puesto los primeros peros, especialmente desde la Andalucía de Susana Díaz.

También trató Sánchez de usar un lenguaje sencillo y directo (pese a que su discurso tuvo tramos deshilados) a fin de ser entendido por los ciudadanos que pudieran estar siguiendo un debate que, en principio, es poco atractivo para la opinión pública. Repitió hasta la saciedad la palabra «engaño». También el vocablo «desigualdad». Arremetió contra una reforma fiscal que, a su entender, supone un «regalo» para los más ricos y se burló de las optimistas previsiones del Gobierno, que calificó de «ficción de serie B... como la contabilidad del PP».

Fue precisamente su mención específica a dos dirigentes populares salpicados en las últimas horas por casos de corrupción, Rodrigo Rato [caso Bankia] y Ángel Acebes [caso Gürtel] la que provocó uno de los mayores aplausos de su bancada, ansiosa de un cuerpo a cuerpo con un ministro que se había regodeado en recordar la mala herencia económica que dejó el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, y que azotó dialécticamente a Sánchez cuanto pudo.

Asamblea de Caja Madrid

«Reivindicar estos días el legado de Rato y Acebes me parece obsceno», espetó Sánchez, que también se acordó de Luis Bárcenas y su relación por SMS con Rajoy. El atrevimiento no le salió gratis al secretario general de los socialistas: calentó a los diputados populares, que subieron el tono de sus comentarios en el hemiciclo. También al ministro Montoro, que recordó a Sánchez que en su día fue miembro de la asamblea de Caja Madrid y que estaba allí para «controlar». «Enhorabuena. Le voy a dar la enhorabuena con sinceridad por la calidad de su trabajo», le replicó con sorna Montoro.

Pero el debate, afortunadamente, no se quedó en la corrupción y entró en otros temas sensibles.

Las cuatro propuestas

Sánchez escogió para el solemne debate cuatro propuestas ya expuestas en semanas anteriores: pidió la reindustrialización del país; un nuevo impulso para políticas activas de empleo y repensar la estrategia de salarios; reclamó una reestructuración de la deuda hipotecaria de ciudadanos y pymes (y no solo para bancos y radiales) que pueda beneficiar a más de 500.000 familias, además de un pacto de Estado para erradicar la pobreza infantil en España. Este punto provocó un «ohhhhhhhhh» irónico de la bancada popular. Trataban de ridiculizar que el PSOE llevase este asunto a un debate de presupuesto. Montoro, cuando recuperó el turno de palabra, pidió que se dejase al margen un tema «tan serio».

El ministro terminó expresando a Sánchez que, a su juicio, no había dado la talla en un debate de altura. Poco le importó al socialista la calificación que le dio Montoro. A él le preocupa, cien días después de ser elegido como líder, la nota que le pongan los suyos.