OPINIÓN
Turismo conectado
Un segundo después de aterrizar, el sonido inmediato que se escucha en el interior de un avión es el de decenas de móviles poniéndose en marcha al unísono y gente tecleando en los sistemas de mensajería. Cuando un turista llega a un aeropuerto, lo primero que busca es una red de wifi para conectarse a internet y consultar opciones de restaurantes, visitas turísticas y ocio en la ciudad. Lo mismo ocurre cuando el visitante recala en un hotel o en un apartamento turístico, donde busca conectividad para vivir una experiencia diferente y, en cierta medida, personalizada.
El turista viaja con su teléfono inteligente que es más potente que un ordenador de hace 10 años. Este factor hace que la tecnología esté cambiando la manera de hacer turismo y la manera en que las ciudades acogen a los turistas y les proponen sus ofertas. No solo hay una enorme revolución respecto de la preparación previa del viaje, que se hace ahora de forma diferente gracias a la oferta que hay en la red. Si no que la estancia también se realiza de una forma distinta a como era hace cinco años.
Se trata de una transformación que impacta de forma transversal a todos los sectores implicados en la industria turística. Abarca desde el aeropuerto, donde el cliente puede llevar la tarjeta de embarque dentro de su móvil o navegar por internet gratis desde la zona de recogida de maletas, hasta el diseño de los servicios de la ciudad: el transporte urbano, el alojamiento, el comercio de proximidad, el ocio o la oferta cultural del territorio.
Barcelona está trabajando para ocupar uno de los primeros puestos del ranking mundial de smart cities (ciudades inteligentes) gracias al impulso que ha dado la celebración del Mobile World Congress y la capitalidad de la Mobile Capital. Se tiene en cuenta aspectos como el transporte urbano, la apuesta por energías menos contaminantes, la gestión del espacio público y, sin duda, el grado de penetración de las tecnologías. Toda la información generada por los dispositivos tecnológicos se puede utilizar para conocer el origen del turista, sus preferencias, sus destinos elegidos. Y ese big data puede usarse para organizar mejor los horarios del transporte público, los servicios de la ciudad, ordenar el tráfico, anticipar aglomeraciones en zonas muy transitadas, prever a qué hora se encienden las farolas, etcétera.
La apuesta que está realizando Barcelona es muy trascendente porque no solo consolida a la ciudad como un destino deseado para el turismo de calidad, en competencia con ciudades como Nueva York, Singapur o Tokio, sino que además genera un tejido de empresas tecnológicas que nacen aquí vinculadas a estos nuevos proyectos urbanos. Una buena noticia.
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