ESTRATEGIA LIBERALIZADORA BILATERAL

TTIP: pactos y desacuerdos

Disensión 8 Ignacio García Bercero, izquierda- y Dan Mullaney, ayer, en Nueva York.

Disensión 8 Ignacio García Bercero, izquierda- y Dan Mullaney, ayer, en Nueva York.

IDOYA NOAIN
NUEVA YORK

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Se han logrado «avances» pero las discrepancias esta vez han proyectado sombras más intensas que en anteriores ocasiones. Se ha abierto la puerta para que la sociedad civil exprese sus opiniones, pero las críticas al secretismo no cejan. Así se abre la novena ronda de negociaciones del tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos, formalmente Alianza Transatlántica de Comercio e Inversiones, popularmente el TTIP según sus siglas en inglés.

Ayer, en la rueda de prensa que ofrecieron en Nueva York los dos negociadores jefe -el español Ignacio García Bercero y el estadounidense Dan Mullaney- hubo acordes. Ambos hablaron de que se han logrado «progresos» en áreas «clave» como acceso a los mercados, coordinación de regulaciones y reglas en sectores como el farmacéutico, el energético y el automovilístico; mencionaron «útiles intercambios» en temas como la lucha contra la pesca ilegal y coincidieron en destacar la «clara dirección política» de ambas partes para actuar fijándose en la meta de tener un acuerdo para fin de año.

Sin embargo, hubo también notas que apuntaron al desacuerdo y ninguna sonó con más fuerza que la que hace sonar la reciente propuesta de la Comisión Europea de que los países de la UE puedan rechazar alimentos genéticamente modificados. Para EEUU es «una gran decepción» que, según Mullaney, «tiene difícil encaje con las actuales obligaciones internacionales de la UE». Para Europa «no cambia nada», argumentó García Bercero, destacando que ayer se aprobaron 19 transgénicos para alimentación y pienso en Europa.

Se palpa que el tira y afloja sobrevuela las reuniones aunque, por culpa de la celebración a puerta cerrada, no hay manera cierta de comprobarlo. Y es este aspecto de negociación secreta del tratado, uno de los más cuestionados a ambos lados del Atlántico, el que añade algunas diferencias más.

Cuando el jueves se celebró en un hotel neoyorquino el único acto público, aparte de la rueda de prensa

-la sesión donde representantes de la sociedad civil tienen opción de hacer presentaciones o comentarios ante los negociadores- se escucharon alabanzas a Europa por, al menos, hacer públicos algunos documentos detallando sus posiciones antes de negociar y permitiendo comentarios. Aun así, se cuestionó que ambas partes no hagan lo mismo con los borradores del acuerdo.

«No se pueden hacer comentarios serios cuando no se tiene acceso a los documentos. Es casi imposible saber si algo ha cambiado en las nueve rondas. Es hipócrita. En las dos democracias más avanzadas de Occidente las cosas deberían ser distintas», denunciaba Jean Halloran tras hacer en sus 10 minutos cronometrados una crítica intervención en nombre de la Unión de Consumidores de EEUU.

Halloran tuvo suerte: le benefició la puesta escena de que parte de las  sesiones son abiertas, y en su presentación estaban en primera fila García Bercero y Mullaney, necesitados de probar que su filosofía es «involucrar y escuchar».

La Liga Intergaláctica

Otras de las variadas y variopintas presentaciones, en cambio, tuvieron a otros negociadores presentes pero no a los jefes: una empresa importadora de vino italiano, la asociación estadounidense de fabricantes de barcos de recreo o Eugene Learner, un individuo que se había apuntado como representante de la Liga Intergaláctica de Trabajadores para hacer «una broma postroskista» pero que  luego habló muy en serio: «Tratados anteriores nos han mostrado que las fronteras se hacen porosas para el comercio y, sin embargo, se vuelven como una roca para las personas».

Abundó la crítica, pero hubo también apoyos al pacto, como el de Mark Friedman, que en nombre de la International Bar Association defendió el polémico sistema de Arbitraje de Diferencias Estado-Inversores (ISDS). Este es un de los puntos más controvertidos del TTIP, que Guy Taylor, de la ONG Global Justice, denuncia como «supertribunales que servirán a los intereses de las grandes corporaciones y no del ciudadano».

Incluso quienes alertaban de los peligros del TTIP agradecieron  poder estar ahí. «Es una oportunidad extremadamente importante poder presentar nuestros temas ante los negociadores que de otra forma mucha gente no tendría oportunidad de exponer», decía Sean Flynn, de la American University. En su caso, se trataba de lanzar la voz de alarma sobre temas de propiedad intelectual. Qué pasará con lo que dijo es una incógnita.