TRATADO POLÉMICO

TTIP, ¿acuerdo tóxico?

Estados Unidos cuenta con una regulación mucho más laxa y anticuada que la Unión Europea respecto a los productos químicos

Críticas 8 Protesta contra el TTIP en la ciudad alemana de Stuttgart.

Críticas 8 Protesta contra el TTIP en la ciudad alemana de Stuttgart.

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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Hace ya más de una década, la Agencia Medioambiental Europea prohibió la atrazina, un herbicida utilizado en el cultivo del maíz o la caña de azúcar, por el riesgo que representa para la salud y el medioambiente. Es un potente disruptor endocrino, una categoría de substancias químicas capaces de alterar el equilibrio hormonal y provocar desde problemas de fertilidad a malformaciones en el feto, cánceres o enfermedades neurodegenerativas. Pero en EEUU la atrazina es legal. Lo mismo que sucede con otros 81 pesticidas vetados en la UE y más de 1.350 químicos empleados en los cosméticos.

Según distintos análisis, la industria química es el segundo sector que más beneficiado saldría del tratado de libre comercio que Europa y EEUU negocian desde el 2013, la llamada Alianza Trastlántica de Comercio y Inversiones (TTIP), un pacto que aspira a reducir aranceles y harmonizar la regulación. Pero este será también unos de los capítulos más complicados de resolver porque las divergencias regulatorias en ambos continentes son abismales.

Los químicos en Bruselas están sujetos a un estricto proceso de aprobación que se rige por el Principio de Precaución, que obliga a los fabricantes a revelar sus propiedades y superar en muchos casos pruebas de laboratorio para demostrar que son inocuos para la salud y el ecosistema. En Washington es todo lo contrario: es el Gobierno el que debe demostrar los "riesgos inaceptables" del producto una vez está ya en el mercado. Además, el marco regulatorio no se actualiza desde 1976, lo que hace que la cantidad de químicos prohibidos sea insignificante.

"El riesgo del TTIP es que frene o deshaga los avances realizados en la UE para proteger a las personas y el medio ambiente", advierte el químico del Centro Internacional para las Leyes Medioambientales, Baskut Tuncak. Por los documentos que han trascendido hasta ahora, se negocia la creación de un órgano de cooperación regulatoria para tratar de minimizar las condiciones de acceso a ambos mercados, lo que a ojos de Tunkat "dificultaría la aprobación de nuevas leyes de protección frente a los químicos tóxicos".

Ni el Gobierno ni la industria química estadounidense ocultan su insatisfacción con las estrictas reglas que imperan en Europa. El enemigo a batir es Reach, un reglamento del 2007 para cribar los químicos, y que la Administración de Obama ha descrito como una "barrera al comercio". "Impone costes substanciales a nuestros fabricantes al obligarles a superar análisis y a tener representantes en Europa", dice Bill Allmond desde Socma, la segunda patronal química del país.

En juego hay algo más que un negocio. Las substancias químicas son parte inextricable de nuestras vidas. Se utilizan en pesticidas, envases y ropa, como aditivos alimentarios o en la construcción de viviendas. Y en algunos casos pueden ser pura dinamita para la salud.

La UE se muestra firme en las formas. "El objetivo no puede ser la harmonización (regulatoria) ni el reconocimiento mutuo", dijo la semana pasada el negociador europeo Ignacio García Bercero. Pero según varios análisis de las propuestas oficiales que han trascendido, se parecen demasiado a lo que quiere la industria química.