Tratados de decencia

JOSEP-MARIA URETA

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¿Cómo se puede medir la decencia? Tal como la describen los académicos del léxico, no es difícil, bastan más metros de tela para cubrir el cuerpo de las que aconsejan las modas, sobre todo para adolescentes. La otra interpretación del término, poco usada, tiene connotaciones morales, se refiere a «comportamientos de gestores públicos» (diccionario de la Academia Española) o incluso a «lo necesario para vivir con dignidad» (diccionario de la Enciclopèdia Catalana). Medir esto último corresponde más a la ciencia económica, aburrida por definición y por tanto alejada del tamaño de los escotes.

No obstante, hay también una referencia en los textos del considerado padre de la economía política, el predicador escocés Adam Smith, cuando aborda la pobreza: «Es indecente que una persona respetable, incluso de baja extracción, carezca de lo necesario».

Tomada como elemento de análisis económico, la indecencia reaparece en el nuevo libro del economista Miquel Puig. Un título largo, jugando con la tipografía: Un bon país no és un país 'low cost'. Una proposta contra la indecència». (Edicions 62). Como en su anterior título de éxito (La sortida del laberintPuig elabora un ensayo muy bien trabado del que se podría poner esta síntesis: un país decente es el que paga salarios decentes. No es el caso de Catalunya ni el de España.

El autor goza merecida fama de elaborar estadísticas comparativas que sirven para desmentir tópicos bien enraizados, como la absoluta bondad de ser un país turístico. En su ensayo anterior, reconocido por la Societat Catalana d'Economia como el mejor libro de economía del 2014, Puig advierte los de efectos del modelo turístico: bajos sueldos, abandono escolar y precariedad laboral.

En el nuevo ensayo se abre el objetivo hasta dibujar un alegato contundente contra los salarios bajos como tendencia dominante en las actividades no manufactureras. Para comprobar si un ciudadano vive con decencia no hay que apelar al PIB sino, primero, a su distribución per cápita y luego al cumplimento de criterios complementarios como la prosperidad (a partir del PIB per cápita) y la equidad, que los ciudadanos reciban los mismos servicios sociales mínimos.

Siguiendo a Puig y sus exitosos gráficos de elaboración propia, España (y Catalunya, cada vez más similares en la torpeza de decisiones económicas estratégicas, no son los impuestos los que marcan la distancia. Hay países con impuestos altos (Alemania y los nórdicos) o con impuestos bajos (la mayoría de anglosajones) que tienen una brecha más estrecha entre ricos y pobres que la española, que solo es superior a la sudamericana. Pero no tanto de la que tienen los paises de la Europa del Este (exsoviéticos).

«Si España es un país muy desigual se debe, fundamentalmente a que quienes trabajan son demasiado pocos, y demasiados de los que trabajan están poco formados y mal remunerados», razona Puig en su ensayo. La desigualdad está abajo, en la población con salarios bajos no en su comparación con los de arriba.

Valiente y sólido como es Miquel Puig en sus propuestas, su ensayo conduce a una firme defensa del salario mínimo como eje de las políticas de empleo (y contra, por cierto, de lo que proponen Podemos y Ciudadanos, renta garantizada o complemento de salario.

Con una trampa a medio plazo: el autor elabora lo que llama los número de un pensionista normal. Un mileurista nunca habrá cotizado lo suficiente en comparación con la pensión que reciba.

3sI LEER ECONOMÍA AÚN causa recelo, un clásico de los encargados de desentrañar las trampas de la jerga de los iniciados es John Lanchester.Vuelve a la carga en Cómo hablar de dinero (Anagrama), algo así como un libro para que los ciudadanos normales dispongan de un diccionario solvente que desentraña los términos que utilizan los medios de comunicación para enmascarar, edulcorar o justificar como inevitable lo que es solo una elección que acaba favoreciendo a los más poderosos.

Lanchester (su anterior Woops! tuvo difusión mundial) aporta un gozoso desarme de los términos que usan los analistas envarados de las finanzas. Su descripción (3/4 partes del libro), de expresiones usuales en los diarios y que solo esconden trucos para mantener la desigualdad es de tener siempre a mano.

Indecencia en dos tomas.

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