SIN SALIDA

Ni trabajo, ni paro, ni nada

Más de 160.000 personas ya no tienen ningún subsidio vinculado al empleo. ¿Qué soluciones hay? ¿Qué escenario laboral y económico se va dibujando a largo plazo? Cinco parados 'a la intemperie' explican cómo se las apañan para vivir sin ingresos.

NÚRIA MARRÓN

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Maricarmen y Javi tienen 35 años, dos hijas y un contrastado historial como buscavidas. Con 19 años se fueron a trabajar a Canarias. A su vuelta a Badalona, ella puso un centro de estética. Y él trabajaba como carpintero/pintor/lo que fuera en una empresa de reformas. Pero, de pronto, Maricarmen ya no podía poner ni una tirita más a su agónico negocio y lo cerró. Al cabo de nada quien llegó a casa balbuceando que lo habían despedido fue su marido. A ella, para recibir una ayuda, le dijeron que debía seguir unos cursos en los que nunca había plaza. Él cobró su último subsidio en junio. A partir de ahí, la nada. Y la nada, en su caso, ha sido un salto desesperado a la economía sumergida. Ella depila a vecinas en una habitación en casa de su madre. Y él hace chapuzas para su antigua empresa. Cada vez que acaba una, le dan un sobre marrón.

Maricarmen y Javi, como las otras cinco historias que conforman este reportaje, son algunos de los nombres que de ese limbo formado por 161.262 catalanes que no encuentran trabajo y que han agotado el subsidio del paro y los 426 euros de prórrogas del Gobierno Zapatero. Los servicios sociales andan colapsados, intentando atender casos que van de la urgencia a la marginalidad, ya que muchos han caído en depresiones que les impiden levantar cabeza. Unos reciben la renta mínima de inserción (RMI). Otros, ayudas específicas. Y miles de ellos dibujan esa nebulosa que pende con chinchetas de la red familiar y de la economía sumergida.

Hoy suponen casi el 30% de los desocupados y un porcentaje muy elevado responde a eso que la Administración y las entidades sociales califican como «personas jóvenes y padres y madres de familia que jamás pensaron que pisarían los servicios sociales». Poca cosa, de cumplirse los augurios del conseller d'Ocupació, Francesc Xavier Mena, quien días atrás se descolgó diciendo que, de mantenerse congelados los datos actuales, el 69,8 % de los actuales perceptores del subsidio de desempleo agotarían ese derecho entre octubre y marzo.

La pregunta llega casi con sirena de ambulancia: ¿qué hacer entonces con toda esta población, cuando el Govern, en plena cruzada mundial antidéficit, reformó la RMI, que hasta ahora era la salida para unas 20.000 personas que habían agotado las ayudas vinculadas al paro? Un apunte para quien no lleve al día la actualidad de la RMI: en agosto, el conseller anunció que esta renta pasaba a ser un derecho siempre y cuando hubiera caja, y que volvía a su idea inicial: debía ceñirse a personas que se encontraran en riesgo de exclusión social, no a individuos que se habían quedado sin ingresos pero que, por ejemplo, tuvieran ahorros, familiares con trabajo o un piso en propiedad. En los dos últimos años, la RMI pasó de 10.000 beneficiarios a 34.500.

Y volvemos a la cuestión: ¿qué hacer, entonces, teniendo en cuenta que las previsiones apuntan a que el empleo no crecerá hasta el segundo semestre del año que viene y que al 50% de los parados se les considera, según el Servei d'Ocupació de Catalunya, «inocupables» por falta de competencias ? Las respuestas de la Adminitración son, cuando menos, titubeantes: Zapatero prorrogó semanas atrás las ayudas de 426 euros. La Conselleria d'Ocupació, por su parte, no ha anunciado aún ningún plan de choque ante las especulaciones apocalípticas del conseller. Y Benestar Social presentará en octubre un paquete de medidas contra la pobreza, uno de cuyos ejes será este colectivo de nuevos parados crónicos que rozan la marginalidad.

La que sí ha afanado en hacer propuestas ha sido la Federació d'Entitats Catalanes d'Acció Social (ECAS), que esta semana ha pedido reconvertir la RMI en ayudas específicas para cada receptor y crear una renta básica universal para quien no tenga otra opción. «Lo que está en juego es el modelo social, porque los recortes están mermando la capacidad de respuesta del estado del bienestar», asegura su presidenta, Teresa Crespo. «No podemos dejar caer a las personas -añade su colega del ramo Àngels Guiteras, presidenta de la Taula del Tercer Sector-. Ya no solo desde un punto de vista humano, también económico: la marginalidad hace aumentar el gasto sanitario, el de seguridad, educación...».¿Nos dirigimos a paso ligero hacia un nuevo escenario? El sociólogo José Adelantado, crítico con las políticas que recortan gasto social, bajan la recaudación y «reactivan la sospecha del pobre como vago, como ha pasado con la RMI», augura que, de seguir el panorama actual, «aumentarán la pobreza, las enfermedades psíquicas y físicas, al somatizarse el malestar, y los brotes de xenofobia y delincuencia» (de momento, la policía niega la relación crisis-seguridad: apenas hay detenidos sin antecedentes).

También aciago es el escenario que intuye tras la crisis. «De la recesión se saldrá, solo que las condiciones serán diferentes: habrá una devaluación en la calidad de la democracia, como ya se ha visto cuando hemos acatado las órdenes de Merkel y Sarkozy, la pobreza habrá aumentado, los hijos de las clases medias por primera vez vivirán peor que sus padres, y los derechos sociales y laborales se verán seriamente mermados».

El sociólogo comparte sintonía con Miren Etxezarreta, catedrática emérita de Economía Aplicada de la Universitat de Barcelona y doctora por la London School of Economics. «Los Gobiernos podrían mantener el subsidio, pero no lo harán, si andan recortando por las esquinas. Caminamos hacia una sociedad de una crudeza que es la del capitalismo inicial, el de Oliver Twist -afirma-. Yo creo que la idea de los poderes políticos y económicos es que esta gente se apañe, que haga lo que pueda».Lucha y miedoEn opinión de Etxezarreta, si la conflictividad social no se ha disparado es por miedo. «También se ha perdido toda esperanza de bienestar colectivo, de que luchando se consiguen cosas -añade-. Puede haber estallidos, pero no un conflicto social prolongado. ¿Cómo han acabado las cosas en Tottenham? Con más policía en la calle. El dinero del mundo logra dominar las mentes».¿Y todos los que se organizan por su cuenta? «Sí, la economía está expulsando a la gente a esa especie de mundo paralelo que todavía es minoritario -admite la economista-. Pero poniéndonos optimistas, es cierto que hay miles de personas que se organizan en pequeños grupos para hacer las cosas que quieren. Eso requiere mucha reflexión y mucha experiencia. Estamos en el inicio de algo que venía de atrás, el 15-M no nació un día en la plaza del Sol, surge de movimientos como los de Seattle, de todos esos esfuerzos que no se han plasmado en una fuerza política pero que pueden hacerlo».