Sur

Antes de que se imponga la inveterada costumbre española de que cuando se difunde un dato desfavorable que afecta a los más menesterosos se reacciona dudando de las intenciones de quien lo ha calculado, hay que sentar dos principios. Uno, que Eurostat sabe hacer estadísticas. Dos, que cuando las aplica a España, conoce de sobras la singularidad del panorama laboral español y aplica las correcciones necesarias para que el resultado final sea homologable para el conjunto de la UE.

Por lo tanto, cuando se hace el mapa del paro en la UE, con sus datos por regiones, y salen retratadas una buena parte de las españolas, desde Castilla hasta Andalucía y Extremadura, con las antes llamadas plazas africanas, dejémonos de discutir la idoneidad del cálculo. Lo que de verdad debería preocupar es lo rematadamente mal que se aplican las políticas sociales para hacer un buen uso de las transferencias de los presupuestos públicos españoles y europeos, que, téngase en cuenta, son impuestos pagados por todos los ciudadanos. Son los responsables de sacar a los parados de un estado temporal y anómalo, cobrar sin trabajar, a quienes se dirige esta nueva reprobación pública. La monserga exculpatoria de que estamos en el sur, si la repiten, decepciona.