¿Son o no diferentes?

Expertos creen que la 'tasa rosa' responde a una estrategia de márketing y puede no ser ética

JOSEP M. BERENGUERAS / BARCELONA

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La polémica por el impuesto rosa aún no ha llegado a las asociaciones de consumidores españolas (la OCU aseguró a este diario que no han recibido «ninguna reclamación ni consulta sobre este tema», mientras que Facua agregó que «de momento» no han detectado «casos concretos» ni recibido denuncias). Sin embargo, los expertos creen que es cuestión de tiempo que los consumidores se den cuenta de que esta práctica existe también en España, y que el debate se abra. El problema es que no tiene por qué ser ilegal, aunque sí una cuestión de dudosa ética.

«Esta práctica existe desde hace muchos años, aunque de momento en España no se ha estudiado ni cuestionado. Hay casos, pero están asumidos por la sociedad. Si uno es malpensado, lo atribuye a una tasa rosa. Si no, dirá que hay alguna razón detrás», opina el profesor de Esade Marco Bertini. Según este, todo depende «de las razones para fijar uno u otro precio».

Este experto en márketing cita los casos de las peluquerías y tintorerías. «Estos comercios cobran por servicio, y aunque en principio pueda parecer que hay que dedicar más tiempo a la mujer para cortarle el pelo largo o en limpiar una camisa de chica, esto no tiene por qué ser así. Si cobraran por tiempo, sería mucho más justo», señala Bertini.

Entonces, ¿a qué es debido esta práctica? Algún teórico afirma que es cuestión de competencia: «Si en realidad el producto o el servicio tiene el mismo coste, en un mercado realmente eficiente, con competencia real, los precios bajarían y se igualarían. En el caso de las peluquerías y tintorerías pasa que no hay competencia real, pues cada una es un monopolio en su zona (calle, barrio), y los negocios que se han instalado simplemente se han sumado a la práctica», afirma.

Otros expertos dicen que es cuestión de márketing. «Es cierto, se presupone que las mujeres están dispuestas a pagar más por ciertos productos, sobre todo de estética y bienestar. Las empresas buscan obtener el mayor margen, y si las mujeres pagan más, pondrán el precio mas alto que creen que pagarán. Si el hombre está dispuesto a pagar menos, su precio será menor. Así es el mercado», agrega.

Medicamentos genéricos

Las empresas buscan el beneficio máximo, por lo que «mientras haya quien esté dispuesto a pagar más por el mismo producto, seguirá siendo así», aventura Bertini, quien pone como ejemplo los medicamentos o algunas marcas de alimentación: «Hay quien prefiere comprar el medicamento de marca en vez del genérico, o quien opta por la marca del fabricante que hace también el mismo producto de marca blanca. Es su decisión».El profesor del IESE Xavier Oliver agrega al debate otras variables, como la rotación de los productos. «Si un producto rota más, los costes se abaratan; si no, aumentan. En el caso de los zapatos de hombre, que se venden menos, por lo que son más caros», pone como ejemplo. «Además, hay que tener en cuenta que en algunos productos hay un factor histórico y de marca: ¿no es lo mismo una camiseta de algodón sin marca que una de algodón de una conocida? ¿Por qué alguien puede pagar más por la de marca?», agrega.

Pero, ¿y si el producto es exactamente el mismo pero solo cambia el color? «Si es objetivo que es el mismo producto, entonces puede haber discriminación. La discriminación es un problema y hay que corregirla», reconoce Bertini.

«Sin embargo, con una sola diferencia, por ejemplo un color, puede ser por sí misma una variable, un factor de decisión: 'Me gusta más ese color y estoy dispuesto a pagar 10 céntimos más'. En este caso es subjetivo y, por tanto, no se puede hacer mucho», agrega. Al final, el consumidor es quien decide: ley de oferta y demanda. Pero sin olvidar la concienciación.