Riqueza

JOSEP-MARIA
URETA

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Parece que España y Catalunya serían un país próspero, de los que más entre los del sur europeo, si pertenecieran al realismo mágico de las estadísticas que afloran por primavera y desaparecen en otoño (con un leve repunte en el invierno navideño). Nos enteramos el martes, mediante la interpretación interesada de unas estadísticas del Banco de España sobre la mejoría de la riqueza de los españoles -por la combinación de los datos sobre caída del endeudamiento de las familias y de los autónomos, con las de recuperación de la bolsa-. Hoy son las boyantes cifras del turismo de Semana Santa las que intimidan a quienes intentan poner sordina a la recuperación.

Pero hay al menos dos opciones, sin salir de la estadística, para desairar a los neoptimistas. La primera, conceptual: la riqueza no puede calcularse con datos de bolsa, que son volátiles. Es la expectativa de generar rentas (empleo y formación) la que realmente indica la mejora de un país: el capital humano, no el financiero. La segunda, los datos no tan lejanos de instituciones como OCDE, FMI, Cáritas, Oxfam... sobre el aumento de la desigualdad en España, que está por encima de la media de medias de los países desarrollados. ¿Será que es la imaginación estadística la que atrae turismo?