DEBACLE EN LAS FINANZAS GLOBALES

La rebaja del 'rating' de EEUU pone el broche a una semana de pánico

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OLGA GRAU

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La economía mundial y el proyecto europeo se encuentran en un estado de máxima emergencia tras vivir la semana más negra desde el inicio de la crisis financiera. En la madrugada del sábado, la agencia de calificación Standard & Poor's dio la estocada final a una economía global renqueante. Rebajó la calificación de EEUU, que por primera vez en su historia pierde la triple A. De esta manera, la primera potencia del planeta acaba de quedarse sin el sello de máxima calidad que se otorga a las economías más solventes.

A EEUU le saldrá más caro financiarse, precisamente en un momento en que empieza a ofrecer síntomas de recesión y acumula una deuda pública de 14 billones de dólares (el 102% de su PIB). Desde principios de año, el país ha crecido de media por debajo del 1% del PIB, mientras el consumo, que representa el 70% de su actividad económica, se estancó en junio.

China, su principal acreedor, no desaprovechó ayer la ocasión de representar su nueva supremacía frente a unos EEUU en horas bajas y acusó a la Administración de Barack Obama de sufrir «adicción al endeudamiento» y protagonizar «peleas políticas sin visión de futuro».

¿En qué situación queda el mundo con unos EEUU acosados por primera vez por los mercados y un proyecto europeo sin rumbo? La editorial del diario británico Financial Times se titulaba ayer La insoportable levedad de los líderes y afirmaba: «En la guerra y en la política, un colectivo puede ser socavado por la pérdida de un líder. Sin nadie que replantee el sentido y el camino, los soldados de a pie, desmoralizados, son presas del pánico y la desorientación».

La última semana es la prueba fehaciente de la falta de liderazgo de las principales economías del planeta, las que hasta ahora han guiado a Occidente. Y los mercados financieros buscan, además de solvencia financiera, liderazgo político. Y si no encuentran una seguridad en la primera y ni un atisbo de lo segundo, huyen espantados en busca de valores seguros, como el oro. O bien aprovechan para enriquecerse a costa del más débil.

La semana se inició el lunes con un acuerdo complicado en EEUU para elevar el techo de deuda. La primera economía del mundo no podía pagar sus facturas si no ampliaba su capacidad de endeudamiento y amenazaba con suspender pagos. Republicanos y demócratas se enzarzaron en una batalla política que situó las finanzas estadounidenses en el centro de la atención del mundo. El planeta seguía las negociaciones políticas conteniendo la respiración. El acuerdo llegó en el último momento, pero no calmó a los mercados. La minoría de Obama en el Congreso y la falta de sintonía entre los dos partidos no ofrecen esperanzas de que la economía pueda ordenarse, enjugar los excesos y cumplir con sus compromisos.

Las dudas se extendieron a Europa: el martes la bolsa española cayó a plomo y la deuda soberana superó el récord de los 400 puntos básicos. A partir de ese momento, la semana fue de mal en peor y el euro se situó al límite de su supervivencia.

El contagio a la zona euro tiene una doble explicación. Por un lado, la economía estadounidense es la locomotora del capitalismo mundial. Las principales economías del mundo, también de América Latina y de Asia, tienen sus reservas en dólares. El segundo motivo del contagio es la debilidad de la zona euro. El proyecto económico hace tiempo que zozobra por la falta de gobierno político y las desavenencias sobre cómo rescatar a las economías en apuros. La primera semana de agosto ha sido el escenario perfecto de los desencuentros políticos.

Mientras España e Italia sufrían el peor ataque especulativo de su historia, la cancillera alemana Angela Merkel seguía de vacaciones en el Tirol. Arreciaron las presiones para que el Banco Central Europeo (BCE) interviniera comprando bonos españoles e italianos para frenar la sangría de la deuda. Y en el consejo del BCE, los alemanes una vez más insistieron en no ofrecer ayudas a los países más débiles. Tan solo el viernes, Merkel despachó por teléfono con Nicolas Sarkozy. Alemania cree que los países del euro deben resolver los ataques a sus mercados por la vía de hacer los deberes, es decir, reducir el déficit y hacer las reformas. La cuerda política se sigue tensando, con más probabilidades de que de tanto tirar, al final se rompa.