Intangibles

Rajoy se cae del caballo

Rajoy en el Congreso, ayer.

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Mariano Rajoy, en Madrid, al final del camino de regreso de Bruselas, se ha caído del caballo. No ha sido de repente y por sorpresa comoPablocamino de Damasco, sino poco a poco, de una forma tan previsible como inevitable. El presidente se ha resistido durante casi seis meses. Durante todo ese tiempo imaginó que, a pesar de las dificultades, podía cabalgar a lomos de la crisis confiado en sus habilidades, en las de su equipo y sobre todo en la creencia del efecto taumatúrgico de su llegada al poder. No ha podido ser yRajoy, comoZapaterohace algo más de dos años, ha tenido que decir Diegodonde dijo digo.

José Luis Rodríguez Zapaterodedicó su último año en el Gobierno al único objetivo de evitar la intervención oficial de la economía española. Lo logró, pero la historia apuntará la intervención blanda que acaba de consumarse a su debe y también al deRajoy. España está, desde ayer -mejor dicho desde el martes cuando se conocieron las condiciones para la ayuda a la banca-, intervenida, rescatada o como se prefiera definir. La discusión terminológica es tan estéril como el laberinto en el que se encerró un tiempoZapateropar evitar pronunciar la palabra crisis.

Mariano Rajoyno ha tenido más remedio que aplicar un doloroso ajuste para evitar la catástrofe, obligado por las «recomendaciones» de Bruselas. Como él mismo dijo en el Parlamento, España necesita que le presten dinero para poder pagar las prestaciones por desempleo, la sanidad y tantas otras cosas. Para conseguir ese dinero, la exigencia es la reducción del déficit porque, además, si no se hacen incluso «se ponen en peligro los servicios públicos». La cuantía del ajuste -65.000 millones- y la forma de hacerlo puede ser opinable, aunque hay poco margen, pero la necesidad de la austeridad no la discute niRubalcaba.

El debate que siguió a la caída del caballo deRajoy y al anuncio del mayor y más duro ajuste de la democracia dejó en el ambiente el perfume de una especie de pacto tácito entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición.Rubalcaba, a pesar de las críticas recibidas desde su propia izquierda, sabe que, ahora mismo, no hay más alternativa que los sacrificios, aunque él pueda discrepar en las formas. Además, el jefe de los socialistas, que empieza a acariciar la idea de que todavía le queda otra oportunidad, observa cómo el PP yRajoyse afanan en unos deberes ingratos que alguien tiene que hacer. Eso o el desastre, gobiernen el PP o el PSOE.

Rajoyllegó al Gobierno con la esperanza de un ajuste más suave. Pudo hacerlo al inicio de su mandato, pero lo esquivó. Hubiera sido duro, pero más llevadero y mejor políticamente para el PP. Ahora no le ha quedado más remedio que administrar ración doble de una medicina tan dolorosa como necesaria, aunque para llegar a esa conclusión se haya tenido que caer del caballo al regreso de Bruselas.