Intangibles

Lo que nos depara el futuro

ESTHER SÁNCHEZ

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Siempre me ha fascinado descubrir cómo novelistas como Julio VerneAsimov George Orwell o cómo películas como 'Mad Max' o 'Blade Runner' se anticiparon a su tiempo y plantearon situaciones inconcebibles en aquel entonces, pero que el futuro ha ido dándoles cuerpo y proximidad.

Más allá de su imaginación y talento, lo cierto es que seguramente tras todas estas obras visionarias hay mucho de estudio, de conocimiento de los avances técnicos y de observación obsesiva del entorno.

O dicho de otro modo, aquéllos que viven en la cueva, los que viven apisonados por la contingencia y la cotidianeidad o simplemente los analfabetos vitales es muy difícil que vean el futuro y se preparen para seguirle el paso.

Quizás eso explique la poca atención que se presta a las nuevas tendencias que ya están marcando lo que será el futuro del trabajo y quizás también por ello, nuestras políticas públicas y normativas, también atrapadas por la urgencia del aquí y ahora, padezcan de una falta de valor estratégico preocupante.

Podríamos empezar por los mercados de trabajo globales. En los últimos años, han proliferado plataformas 'on-line' a través de las cuales se compran y se venden lo que se denominan HITs (Human Intelligent Tasks).

El reclamo comercial nos da una pauta clara de hacia dónde vamos: acceso global a fuerza de trabajo 24h siete días a la semana, miles de HITs completados en minutos, y pagando a tarifas salariales mundiales sólo cuando se está satisfecho de los resultados.

Podemos seguir con las empresas de 'data mining' que ofrecen analíticas a partir de cantidades enormes de datos personales, con las que pretenden conseguir que se puedan predecir las conductas de los trabajadores y anticipar y matizar decisiones directivas.

Y sólo como un ejemplo más, las agresivas políticas de retribución de las 'start up', muchas de las cuales de creación local a rebufo de las TIC y en las que al uso de fórmulas innovadoras de contratación civil o mercantil de los servicios, se suman deberes de compensar a la empresa cuando se es un 'bad leaver', esto es, cuando se decide rescindir el contrato en contra de la voluntad del empleador.

No voy a caer en lamento de Jorge Manrique de que «cualquier tiempo pasado fue mejor». Pero por citar a un casi tocayo suyo, sí que voy a hacer mías algunas de las reflexiones del filósofo del derecho Ricardo García Manrique, cuando reivindica un proceso constituyente para la regulación del «derecho al trabajo».

Los procesos hiperactivos de innovación y la tendencia imparable a la globalización del empleo, van a provocar en los próximos años un cambio estructural en muchas de las profesiones, pero también en la forma en la que tradicionalmente hemos organizado el trabajo.

Las reglas del «antiguo régimen» siguen sin funcionar. Para las empresas de alto valor añadido obsesionadas por el talento, la normativa laboral es pequeña, inútil e incómoda.

Para la infinidad de empresas de poco o nulo valor añadido, estas normas se  han convertido en una peligrosa palanca para la especulación.

Sea como sea, si aspiramos a ser una economía competitiva, tendremos que ponernos las gafas de ver y otear el horizonte... e incorporar a nuestro repertorio costumbrista, algo más de ciencia ficción como los visionarios de las citadas películas.