nuevos negocios

Pompeii rompe moldes con sus 'zapas' de colores

Jaime Garrastazu, socio fundador de Pompeii.

Jaime Garrastazu, socio fundador de Pompeii. / periodico

EDUARDO LÓPEZ ALONSO / BARCELONA

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En unos momentos en los que el emprendedor es el paradigma del éxito y de las virtudes empresariales, cuatro jóvenes han conseguido ajustarse de pies a puntillas al arquetipo. Lo han hecho gracias a su empresa Pompeii, que ha logrado superar la barrera entre el boceto y la producción industrial, pasar del sueño a las ventas. Lo que nació como fruto de la inquietud estudiantil se ha consolidado en empresa con fundamentos, basada en principios de márketing refrendados por el mercado. 

    Pompeii fabrica zapatillas. No de las de estar por casa. Tampoco de las de hacer carreras. Sus diseños han hecho furor entre los amantes del calzado informalmente elegante, casual y con glamur, y con precio ajustado a lo que espera el cliente potencial (55 euros). Suelas de colores y cordón de cuero visten un producto diferenciado, reconocible y que se hace desear por ese halo de exclusividad que solo una empresa con fundamento sabe dar a sus artículos, al margen de a qué precio los venda.

El inicio

Llamativa es la historia de la empresa como la cuenta uno de sus fundadores, Jaime Garrastazu: «Eramos cinco amigos con inquietudes y soñadores. Queríamos crear una empresa y se nos ocurrió lo de vender zapas. Miramos en Google a ver quien nos las podía fabricar en España y llamamos a fábricas de Elche sin tener ni idea del asunto. Al final quedamos los cuatro de ahora, los que creímos que tras el proyecto había algo más que una práctica universitaria. Había nacido un proyecto para vivir con él». Sin experiencia en el mundo de la moda, dieron en el clavo y ahora saborean el reconocimiento del éxito.

    Decidieron fabricar calzado porque en caso de vender la 'cuota de mercado' sobre la población es mayor que en otros productos: «La gente usa cuatro o cinco zapatos, si le vendes tu producto tienes un peso en el mercado mayor que si vendes camisetas», explica Garrastazu. El capital inicial fue de poco más de 3.000 euros por cabeza, unos 18.000 euros en total. De esa cantidad 12.000 euros se destinaron a «inmovilizado», describe, por lo que no pudieron fabricar nada más que 349 pares de zapas. La idea fue calentar el mercado a través de una página web sin opción de compra a priori y crear una comunidad de potenciales clientes dispuestos a desear esas zapatillas. Al final vistieron el producto con número de serie limitado. 

100% ‘on line’

Aquellos primeros calzados, hoy casi de coleccionista, se vendieron con facilidad. Eran entonces 4.000 seguidores ávidos de producto y había poco que vender. Ahora ya son más de 80.000 los seguidores en Instagram y Pompeii tiene una página web consolidada que es el centro de su mundo y que canaliza las ventas. Sea por necesidad o por intención, esa forma de comunicarse con los clientes, que conjuga hábilmente el fomentar la demanda con sensación de poca oferta, se ha convertido en la clave económica del proyecto.  

    El primer año de actividad supuso más de 500.000 euros de facturación y beneficios de 130.000. El segundo año, las ventas superarán los dos millones de euros y aunque la proporción no se mantenga (los costes fijos tienden a aumentar), el modelo de negocio ya existe. La venta 100% on line tiene mucho desarrollo por delante, y sobre todo mucho mundo por conquistar. Europa será la primera y el correo sin intermediarios la manera óptima de enviar lo deseado al cliente. Después el mundo entero.