Evitar que la vela flamee

El pasado congreso del PP mantiene el modelo económico diseñado en el 2012

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JOSEP-MARIA URETA / BARCELONA

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Los analistas económicos recurren con frecuencia a términos de navegación a vela como reconocimiento de que en esta ciencia social siempre hay imponderables. Una alusión más habitual es saber mover la embarcación cuando cambia la dirección del viento para aprovechar el cambio de racha. De no maniobrar bien, la vela se agita como la llama de un cirio, flamea en términos marineros.

Hoy nos advierten de que el 2017 no será tan bueno (medido solo por crecimiento del PIB) como el 2016. Soplan otros vientos en el precio del petróleo, en el tipo de cambio euro/dólar y en los tipos de interés directores de los bancos centrales de ambas divisas. Y en esta singladura, vale la pena preguntarse si la política económica del Gobierno del PP es la adecuada.

A juzgar por los textos doctrinales del 18 Congreso del PP, celebrado el mes pasado, las medidas de todo calado tomadas desde el 2012 son acertadas y suficientes para no regresar a la DSH (difícil situación heredada). Vale la pena repasar sus líneas maestras, comparando lo propuesto en el 2012. Número de páginas similares, 33 y 37 entre una y otra, aunque presentación distinta: 37 apartados hace 5 años y 157 en el 2017. Coincide que los ponentes hayan sido dirigentes regionales (2012, RudiMonagoSoria –todos apartados del primer plano—y en el 2017 ArenasFernández Feijóo y García Albiol).

Matiz importante: en el 2012, el tema estrella era el empleo (y de ahí la reforma posterior) y este año la ponencia ha unido, indiciariamente, economía y política territorial, o sea, unidad [centralizadora] de mercado. Matices reveladores. Por espacio ocupado y valoración, poco interés por la industria. En el 2010 se llegó a relacionar con política de subvenciones que hay que evitar hasta el punto de que "la labor del Gobierno no es dictar cuáles serán los sectores del futuro".

Ahora se dice sucintamente que "es necesario que la industria siga siendo el motor de la economía", con el adorno de la importancia de los drones. Y punto. Acto seguido, vuelta a las esencias perennes: "prestar atención especial a los sectores tradicionales”. Y tanto: 13 párrafos seguidos para hablar de agricultura y flota pesquera. Remate: "el turismo es el sector clave de nuestra economía". De momento, ha tomado el relevo en la creación de empleo precario procedente de la construcción, eje de la expansión hasta el 2010.

(Atención aparte merece, por poco difundida, la propuesta de un "Pacto de Estado por la Demografía" (sic) con "apoyo a la natalidad a través del diálogo" y un proyecto de "envejecimiento activo", mantener el empleo y cobrar pensión. Ojo avizor.)

Es demostrable que el PP ha conseguido en cinco años detener la recesión y recuperar el crecimiento. Propone como hecho incontestable que España tiene por primera vez desde hace lustros una balanza de pagos positiva. Es la vara de medir más ortodoxa. Aunque por aquello del flameo de la vela, cabe recordar que si bien el saldo del 2016 sigue siendo positivo, en uno de sus capítulos, la balanza comercial, ha vuelto a ser negativa en 19.662 millones el 2016. Ya no es tan fácil exportar por precios. Eso sí, las cuentas globales las salva el saldo positivo de turismo (que va en el capítulo de servicios, no industria), lo que tampoco es tan novedoso.

"Hemos cambiado el modelo productivo", afirma la ponencia del 2017. "España es capaz de crecer sin endeudarse", remacha. Ojo: lo que ha cambiado, también es estadística, es que se desendeudan empresas y particulares (menos inversión, menos consumo) y se endeuda más el Estado, pues en el 2016 la deuda casi equivale al PIB anual, 1,11 billones.

Por aquí rola el viento. Dice el PP que España ha ganado en competitividad porque exporta más y recupera consumo interno. Para no herir susceptibilidades, pongamos que esta tesis tiene sus observadores escépticos, lo que ha dicho hace unos días la Comisión Europea sobre los indicadores de la economía española.

Como siempre, poco difundidas, porque escapan a la doctrina oficial. Bruselas, nada sospechosa de navegar a babor, advierte que no debe confundirse competitividad con productividad. Ha sido este último indicador el que ha presentado mejoras… pero es un mal recurso porque la productividad se pierde por la contratación temporal, baja formación, ineficiencia empresarial, poca digitalización y malos servicios públicos.¿Flamea o no?