HISTORIAS MÍNIMAS

Trucha va, salmón viene

Josefa y Julián llegaron de Córdoba por una oferta de empleo en un negocio ajeno, al que daba sentido la fuerza del agua. Hace ya más de tres décadas que se ganan la vida criando peces en agua de ríos y lagos del Pirineo.

La Piscifactoria Tavascan cría y distribuye pescado de río así como capturas del mar

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CARME ESCALES / TAVASCAN

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Artesa de Segre, en la comarca de la Noguera, es el punto medio aproximado en el trayecto entre Barcelona y el pueblo pallarés de Tavascan. Por eso fue ese el lugar de encuentro acordado por el distribuidor barcelonés de pescado y marisco fresco Gran Blau y el productor de truchas de la Piscifactoria Tavascan. Cada jueves, en Artesa intercambian la mercancía que, dos días antes, han encargado sus respectivos clientes. Particulares y propietarios de restaurantes en el Pallars, Sobirà y Jussà, la Alta Ribagorça y el

Vall d'Aran encomiendan merluzas, moluscos y crustáceos que Julià Sillero les entrega a domicilio junto a las truchas que cría y distribuye, frescas o ahumadas y envasadas al vacío, a gusto de consumidor.

De la misma manera, el distribuidor de Gran Blau recoge en Artesa los pedidos de truchas, huevas de este pescado de río pirenaico, o láminas de su carne macerada y empaquetada, cual salmón de montaña, y los distribuye en hogares y restaurantes de Barcelona.

El trueque de productos ha supuesto un verdadero revulsivo para un negocio que tiene su origen en 1980, cuando Julián Sillero puso en marcha una pequeña piscifactoría en el pueblo de Aineto, a unos dos quilómetros de Tavascan. Sillero había llegado a la Ribera de Cardós, con su esposa, Josefa Clavero, el año 1968. Venían desde Córdoba porque a él Copisa -ejecutora de obras para  Fecsa-le ofreció un trabajo en la construcción de la central hidroeléctrica de Tavascan.

«En mis ratos libres, me gustaba ir a pescar», rememora Sillero. De tal modo le cogió afición a la actividad, que determinó adecuar unas piscinas que recogían agua del barranco del pueblo y empezar a procurar la cría y engorde de truchas.

Aquella sería la primera de las dos piscifactorías de la familia Sillero-Clavero. La pusieron en marcha Julián y Josefa el año 1980. En ellas nacen en la actualidad en torno a 160.000 alevines de trucha al año, de los huevos de peces que se nutren en la piscifactoría de Tavascan, la segunda que la familia abrió, en 1982. En ella hay 16 piscinas en las que se reparten las truchas según tipología y tamaño -fario, autóctona de lagos y ríos de la zona o arcoíris, de carne blanca o asalmonada-.

Un sistema de caídas de agua entre los diferentes niveles que separan las piscinas contribuye a oxigenar de manera natural el ecosistema acuático, a unos 15º de temperatura, en la que crecen las truchas.

«El ciclo de una trucha, desde que nace hasta que alcanza el peso de su comercialización, entre 200 y 300 gramos, dura unos tres años», explica Julià Sillero, hijo de Julián y Josefa, hoy al frente del negocio familiar de truchas. «Desde pequeño siempre he estado ayudando en la piscifactoría. Hasta hace siete años que, cuando mi padre decidió jubilarse, opté por dejar mi trabajo de carpintero y dedicarme a lo que durante las vacaciones siempre había seguido haciendo», explica el actual responsable de la Piscifactoria Tavascan.

CLIENTES HOSTELEROS

El principal cliente de la empresa es la hostelería del Pallars Sobirà y las comarcas vecinas, por lo que la ausencia de turistas en la zona frena el negocio. «Si en verano tenemos 50 clientes, entre septiembre y Navidad quedan apenas 15. Este año, sin el puente de la Mercè, ni el de octubre ni el de Todos los Santos, aún peor. Hay muchos restaurantes cerrados hasta Navidad», informa Julià.

Por ello, cuando la firma distribuidora Gran Blau le ofreció ser repartidor de pescado fresco en la zona donde ya entregaba, a domicilio, sus truchas, Julià lo tuvo totalmente claro. «Era la manera de activar el negocio todo el año», apunta.

Además de la trucha fresca y sus huevas, con unas ventas de alrededor de las 40.000 unidades al año, y posibilidad -como atractivo turístico- de pescársela en la piscina uno mismo, la compañía elabora también trucha ahumada.

«Pronto sacaremos al mercado paté de trucha», avanza el productor pallarés, que tiene nuevos proyectos en perspectiva. El pescado fresco que más le piden sus clientes en la montaña es «sobre todo, merluza y salmón, pero también sepia y pulpo, moluscos y crustáceos, que Gran Blau obtiene en Mercabarna», detalla el truchero y distribuidor, que cada jueves reparte todo el producto casa por casa.