EMPRESAS DE MENSAJERÍA

La otra cara del comercio electrónico

Deliveroo

Deliveroo / periodico

CRISTINA MARTÍN VALBUENA / BARCELONA

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Barato, rápido y más barato. Los consumidores cada vez exigen más. El cliente se ha acostumbrado a pedir un libro en Amazon y empezarlo a leer en un par de días. Si un día no le apetece cocinar, en tan solo media hora, empresas como Deliveroo ofrecen traer la cena a casa, que puede ser mejicana, italiana y de múltiples nacionalidades, una comida más original que la que ofrece una nevera medio vacía. El comercio electrónico se ha convertido en una opción cómoda para satisfacer necesidades sin salir de casa o desde el móvil.

Pero, ¿qué hay detrás de las entregas rápidas que proliferan en las grandes ciudades? La nueva versión de la mensajería inmediata está en manos de plataformas tecnológicas, que se ponen al servicio del vendedor del producto o del restaurante.

¿Cómo logran estas empresas que el coste del transporte sea bajo para hacer la compra atractiva? “Estas nuevas empresas tienen a los trabajadores en condiciones precarias en un empleo en el que hay mucha peligrosidad. Además, existe una elevada inseguridad porque los mensajeros no saben cuántos repartos podrán hacer cada mes o si la empresa cerrará, como ya les ha pasado a otras de similares”, comenta María Echavarría, mensajera de Trébol, compañía que se dedica a este servicio desde hace 20 años. “El trabajador asume tanto los costes laborales como el riesgo de si la empresa funciona o no”, añade.

Las nuevas plataformas de mensajería rápida, como DeliverooGlovoStuart Shargo, entre otras, emplean principalmente autónomos para cubrir la fuerza laboral que requiere su área de negocio básica: el reparto de productos.

“Nosotros unimos tres partes: los usuarios, que tienen la necesidad de pedir alguna cosa; los comercios, que quieren incrementar sus ventas; y gente que busca ingresos, ya sean principales o extras. Glovo es la plataforma y las tres partes son independientes”, explica Arnau Cortés, director de operaciones en Glovo.

Para ello, estas compañías crean plataformas digitales que cruzan oferta con demanda. Cuando se genera un pedido, la misma plataforma busca un mensajero disponible para encargarle el envío urgente. Los repartidores son autónomos, un 80% hombres y un 20% mujeres, de nacionalidad y edad diversas. Algunos trabajan pocas horas a la semana, mientras que otros lo hacen durante jornadas completas. No obstante, este tipo de empresas no asegura ni ingresos estables, aunque se reparta todo el día, ni tampoco un contrato laboral.

Un mensajero, que pide no revelar su identidad, explica a EL PERIÓDICO sus condiciones. “Pago cada mes 270 euros de cuota de autónomo, más 30 euros de seguro médico por si tengo un accidente, y 10 euros a la gestoría que me tramita todo el papeleo”, comenta. La empresa solo le ofrece un seguro civil, que protege a terceros si el repartidor tiene un accidente, pero no lo cubre a él.

Además, el autónomo tiene que aportar la bicicleta o la motocicleta con la que reparte, los seguros del vehículo, la gasolina, hacerse cargo de las reparaciones y poner su propio móvil y pagar la conexión a internet, a través de la que se conecta a la plataforma para poder trabajar. Hay empresas como Stuart, que el uniforme de trabajo con el logo de la empresa debe pagarlo en depósito el propio trabajador.

Sin embargo, el repartidor entrevistado reconoce que existen ventajas. “Juegan con que a nosotros nos va bien ser autónomos. Ningún otro trabajo te puede ofrecer esto: enciendes el móvil y puedes ganar dinero. Es muy cómodo. Pero estoy seguro de que a la mayoría les ofreces un contrato fijo y te dicen que sí. Porque dejas de pagar la cuota cada mes y pasas a tener una cobertura mayor, con derecho a paro y vacaciones pagadas”, apunta.

La principal queja de los trabajadores es la peligrosidad a la que se exponen. “Ir en bicicleta por Barcelona es un riesgo constante y tener una caída es muy fácil. Cualquiera de nosotros se hace daño y la empresa no te facilita ningún tipo de cobertura. Ni los que contratamos seguro médico, que lo hacemos por voluntad propia y de manera opcional, tenemos una buena protección por enfermedad o accidentes. La baja que se nos ofrece en estos casos es de unos 300 euros, cantidad que no te permite sobrevivir todo un mes”, destaca el mensajero entrevistado.

SIN SINDICATOS

Resulta complicado calcular cuántas personas se encuentras ocupadas en estas nuevas plataformas. Se trata de un sector nuevo y en expansión y, además, los trabajadores no están sindicados. CCOO y UGT no tienen contacto con ninguno de estos nuevos mensajeros.

Fuentes de CGT Catalunya explican que hasta que no se empiecen a generar conflictos y accidentes laborales no se empezará a tener constancia. “Esto ya pasó con los trabajadores de las empresas de mensajería tradicional que, en su momento, también empezaron como autónomos y ahora forman parte de la plantilla de dichas empresas y a quienes, en su mayoría, se les aplica el convenio estatal de empresas de mensajería”, apunta el sindicato.

“Que la actividad principal de la empresa sea repartir paquetes y que no estemos en plantilla es ilegal. Ellos se ahorran lo que les costaría darnos de alta en la Seguridad Social. Somos falsos autónomos porque el servicio que ofrecen es el de mensajería. Tendríamos que ser reconocidos como empleados y tener un contrato laboral”, concluye el repartidor contactado.

EXPERIENCIA BRITÁNICA

En el Reino Unido, donde este sector lleva años de desarrollo, algunos trabajadores de la empresa Deliveroo se han organizado en un sindicato para defender que forman parte de la plantilla de la empresa y dejar de ser autónomos. Hace dos semanas empezó en Londres un juicio en el que los repartidores reclaman sus derechos laborales a la empresa.

Ben Geraghty, representante del sindicato, cuenta que se han unido porqué se encuentran en una “situación de explotación y desprotección”. Como ejemplo de ello, recuerda el caso de un mensajero de la empresa que murió en la capital londinense hace un año en un accidente de tráfico, de vuelta a casa después de acabar su jornada laboral, por el que añade que “la familia del repartidor no debió obtener ninguna compensación”.

Respecto el resultado del juicio, Geraghty espera que les ayude el precedente de la reciente victoria de los taxistas de Uber en los tribunales británicos, por la que consiguieron ser considerados como empleados de la empresa y mejores condiciones laborales. “Son causas similares y este tipo de victorias nos dan fuerza”, comenta.