GTD

en la órbita de la industria aeroespacial

La empresa mantiene su participación en los proyectos de la Agencia Espacial Europea

MAQUETAS. Carlos Kinder, derecha, y Ángel Ramírez, junto a las maquetas de las naves Vega, ATV y Soyuz, en la sede de GTD.

MAQUETAS. Carlos Kinder, derecha, y Ángel Ramírez, junto a las maquetas de las naves Vega, ATV y Soyuz, en la sede de GTD.

JOSEP-MARIA
URETA

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La nave Rosetta despertó, el pasado 20 de enero, a 673 millones de kilómetros del Sol, tras 31 meses de reposo y 10 años desde que partió de la Guayana francesa. Entonces, unos cuantos ingenieros aeroespaciales respiraron hondo y felices en Barcelona. Son parte de los titulados que integran la empresa  catalana GTD. La misión asignada al Rosetta, un proyecto de la Agencia Espacial Europea (ESA en sus siglas en inglés) es que la nave, que ha dedicado una década a ganar velocidad de crucero y ahorro de energía (solar), transite en formación con el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko y colocarle una sonda de investigación de los materiales que lo componen. Para la navegación, se emplean sistemas de control terrestre desarrollados por GTD.

El periodo de maduración de un proyecto aeroespacial es amplio y complejo. La intensa evolución de las tecnologías, la inversión que requieren y los resultados a largo plazo dan a esta industria un perfil singular de exigencia. Que  GTD (Grupo Teledata, simple denominación registral), fundada en 1987 por Ángel Ramirez y Carlos Kinder (un tercer socio, minoritario, está en retirada) siga en la élite del sector europeo tiene aun más mérito, por proceder de un país en que los apoyos a la industria innovadora de élite más que cíclicos son erráticos, y a menudo imprevisibles. Todo lo contrario de las pautas del sector aeroespacial.

Que el Cercle per al Coneixament eligió hace unas semanas a GTD como la mejor empresa catalana por el fomento de la innovación y la internacionalización hay que inscribirlo en este contexto de trabajar en un entorno no siempre propicio para las actividades de GTD.

Como muchas empresas de ingeniería, GTD nació a finales de los años 80 con el objetivo de crear instrumentos tecnológicos de procesos industriales. La demanda procedía de la automoción, aunque al tener las compañías del sector sus propios centros de I+D, a las empresas proveedores les era dificil conseguir contratos de mayor rentabilidad.

Con la experiencia en los programas de gestión en tierra, Ramírez y Kinder decidieron, en 1989, reorientar la empresa y presentarse a los concursos de la ESA para el desarrollo del programa de cohetes Ariane. Les adjudicaron el desarrollo de los sistemas en tierra del centro espacial Guayanés (CSG). Desde entonces, GTD es proveedor de la ESA en todos sus programas Ariane, además del Vega o el Soyuz y el citado Rosetta. Una empresa regida desde el centro GTD en la avenida García Faria de Barcelona, con 300 empleados repartidos por España, Guayana, Francia y Alemania, cuya actividad, pura I+D, genera una facturació anual de 34 millones de euros. También están presentes en sectores afines como el aeronáutico y el de la seguridad civil y militar.

La paradoja de GTD, no obstante, no es la dificultad que entraña la ingeniería aeroespacial y la competencia global. El principal handicap proviene de la exigencia de presencia continuada en todos los concursos. Para muestra, los 10 años de hibernación del Rosetta, cuya tecnología debió concebirse para que no quedara obsoleta.

Kinder elude entrar en polémicas, pero la escasa atención pública española de los últimos años a los proyectos de la ESA -lo que dificulta el retorno de la inversión con encargos a la industria local- han dado lugar a la creación de las filiales GTD-Francia y GTD-Alemania, desde las que se sigue optando -y adjudicando- concursos públicos europeos. También participa en el  programa del Gran Colisionador de Hadrones con el diseño del control de 2,5 millones de variables en un tiempo de reacción inferior a un segundo.

Prestaciones útiles para acumular paciencia en el sombrío panorama de la investigación española.